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Sucot -Confiar Sin Paredes

Actualizado: 16 oct

Por Jack Levy

Imagina esto

Eres el tipo de persona que “hace las cosas bien”.Responsable. Puntual. Planificador.De los que compran el seguro antes de enfermarse, guardan la factura en una carpeta, revisan el gas antes de dormir y mandan el coche a servicio antes de que suene raro.Tu casa es una fortaleza: concreto armado, cámaras de seguridad, alarma, ahorros, agenda.Un monumento a tu control.Todo calculado. Todo bajo llave. Todo impecablemente... muerto.

Y justo cuando logras esa estabilidad que te da orgullo —esa sensación de que nada puede moverte— la Torá se asoma, sonríe con ironía divina y te dice: “Abandona tu fortaleza. Sal y vive una semana en una cabaña de ramas. Donde el viento entra, el rocío cae y las paredes respiran.”

¿Después de todo el esfuerzo por construir seguridad? ¿Después de años intentando tenerlo “bajo control”?

Sí.Exactamente eso.

Porque Sucot no es una postal bíblica con frutas colgando. Es una demolición controlada del ego.La fe no empieza donde todo está cubierto; empieza donde se acaba el techo.

Sucot es el único “reality” que no busca fama, sino verdad.Una terapia de choque espiritual donde Dios te desinstala de tu refugio cómodo para enseñarte algo brutalmente hermoso:que lo frágil también sostiene,que la sombra también protege,y que la única seguridad real es la confianza.


La Pregunta Incómoda: ¿Por Qué en Otoño y No en Primavera?

El Tur lo dice sin anestesia:Si Sucot conmemora las Nubes de Gloria que nos cubrieron en el desierto, ¿no debería celebrarse en Nisán, cuando salimos de Egipto?

Porque en primavera cualquiera cree en Dios.Cuando el clima es amable, la cosecha abundante y el aire huele a flores, hasta el cínico se vuelve místico.La fe se mide cuando sopla el viento, no cuando canta el gallo.Y en otoño, cuando el frío llega y las hojas mueren, Dios observa si tu confianza florece incluso cuando el jardín se marchita.

Sucot no huele a flores. Huele a hojas secas.Es la estación donde la fe deja de ser discurso y se convierte en músculo.

Y el Midrash lo profundiza:Las Nubes de Gloria se fueron tras el becerro de oro.Regresaron sólo después del perdón de Yom Kipur. Por eso Sucot no celebra el milagro inicial, sino el pacto reconstruido. No la luna de miel, sino el amor maduro que elige quedarse después de la herida.No el fuego del comienzo, sino la llama que sobrevive al invierno.

La Sucá: Habitar la Sombra de lo Indestructible

El Zohar la llama Tzel Emuná — “La sombra de la fe.”Y qué ironía: justo cuando buscas solidez, Dios te pide sombra.

Una sucá no te protege del clima; te protege del cinismo. Es un útero espiritual: frágil por fuera, eterno por dentro.Ahí, en ese espacio vulnerable, Dios te susurra:

“Tu seguridad no está en tus muros, sino en Mis alas.”

La psicología moderna lo intuye: la vulnerabilidad no es debilidad, es el coraje de mostrarse sin garantías.La sucá es eso: el coraje de ser frágil para tocar lo indestructible.


La Alegría que Nace del Vacío

Sucot llega después del silencio de Yom Kipur.Después de la limpieza, del despojo, del “ya no tengo nada que esconder”.Y justo ahí, donde el alma debería sentirse cansada, la Torá te ordena alegrarte.No te lo propone. Te lo exige.“Ve’samachta be’jagueja” — te alegrarás en tu fiesta.

La paradoja es brutal:Dios te pide alegría cuando acabas de vaciarte.Cuando tu ego está en ruinas, cuando la casa que creías segura se volvió choza,cuando ya no hay nada que demostrar.

Y ahí está el secreto.Porque la alegría real no aparece cuando todo está bien,sino cuando dejas de necesitar que lo esté.

Sucot es la fiesta de los que sobrevivieron a sí mismos.De los que se cayeron, se limpiaron el polvo y aún así levantan los ojos al cielo para decir: “Todavía confío.”

No es una alegría que grita, es una que respira.No viene de poseer, sino de pertenecer.De saber que en medio del viento, del frío o de la incertidumbre, sigues sostenido.

Los sabios lo llaman Simjá shel mitzvá —la alegría del sentido.Esa que no depende del clima ni del saldo en el banco,sino de la certeza de estar exactamente donde debes estar.

Sucot no te promete comodidad.Te promete presencia.Y en esa presencia —en ese “aquí estoy aunque duela”—nace una alegría que no tiene precio:la de saberse en manos del Infinito.


El Lulav y la Reunificación

El verano es el tiempo del desborde.Todo florece, todo crece, todo se dispersa.Los árboles sueltan su fruto, la tierra entrega su cosecha y tú —embriagado de expansión— te esparces también: en proyectos, en pensamientos, en distracciones.

Pero el otoño llega como una respiración profunda.La vida se contrae.Y en esa contracción, Dios te susurra:

“Recoge. Reúne lo que el verano dispersó. Vuelve a ti.”

Es ahí donde aparece el Lulav, ese gesto extraño y sagrado que nos pide juntar en las manos lo que el mundo separó.No es un ramo decorativo. Es un acto de integración espiritual.El Arizal lo llama un tikún —una reparación.

Las Cuatro Especies representan los fragmentos de tu propio ser:

  • La palma (Lulav): tu columna, tu eje, tu impulso de elevarte.

  • El cidro (Etrog): tu corazón, tus intenciones y emociones.

  • El mirto (Hadás): tus ojos, la manera en que eliges mirar el mundo.

  • El sauce (Aravá): tus labios, tus palabras, la vibración que dejas al hablar.

Cada una es un lenguaje del alma.Separadas no significan nada; unidas forman una ofrenda viva.

Cuando las agitas hacia los cuatro puntos cardinales y hacia el cielo, no estás moviendo ramas: estás reconstruyendo tu universo interno.Le dices a la Presencia:

“Recojo mis pedazos. Te los entrego completos.”

Elul, Tishrei y la Danza de la Co-Creación

Elul es la antesala del encuentro.El alma, como una betulá —una novia que se prepara para su primer abrazo—, limpia su espacio interior.No adorna: depura.No busca seducir: busca ser verdad.

Cada día de Elul es una inmersión en la mikvé del tiempo:desnuda de distracciones, el alma se purifica con la intención de ser habitada.Se quita las vestiduras del orgullo, las máscaras de la costumbre,y espera el llamado del Amado.

Rosh Hashaná y Yom Kipur son los pasos del reencuentro.Las palabras son caricias de arrepentimiento.El llanto, una confesión de deseo: quiero volver a Ti.Es el preludio del ijud —la unión.

Y entonces llega Sucot,cuando la separación se disuelve y la Presencia entra en la morada que preparaste.Ya no eres observador ni penitente: eres amado.El alma y la Shejiná comparten un mismo aliento.El aire entre ambos se vuelve oración.

En Nisán, durante el Éxodo, fue Dios quien descendió primero —Itaruta deLe’ela,como un amante que irrumpe en la noche para rescatar a su amada.Pero en Tishrei, el movimiento es otro:el alma da el primer paso —Itaruta deLetata,el deseo que nace desde abajo.

Dios no fuerza la puerta.Solo susurra:

“Hazme un santuario, y habitaré en ellos.”No “en él”, sino en ellos —en los que se atreven a abrir su interior,a dejarse tocar por lo eterno en su fragilidad.

El Zohar lo llama zivug —unión.La Shejiná desciende, el alma asciende,y en ese cruce invisible la distancia deja de existir.No hay cielo ni tierra, solo Presencia.

Y cuando termina el encuentro, no termina el amor.Sucot no es un clímax, es una continuación.Después del abrazo viene el camino:caminar sostenido por la Presencia que ahora habita dentro de ti.No caminar hacia Dios, sino caminar con Él.


Sucot: El Coraje de Caminar Sostenido por el Cielo

Sucot no es descanso, es entrenamiento.No es una pausa, es práctica viva.El mensaje es claro y cortante:No son tus muros los que te protegen. Es la Presencia que habita entre ellos.

Después de Yom Kipur no regresas al sofá.Regresas al campo de batalla.Pero esta vez, sin miedo.Con una verdad tatuada en el alma:que hay un techo más alto que el tuyo y unas Alas más fuertes que tus planes.

Sucot es el modelo de Yaakov.Después de enfrentar a Esav, no se encierra: levanta cabañas y sigue caminando.Ya no huye del conflicto, lo atraviesa con fe.Porque entendió algo que el mundo moderno olvidó:la seguridad no está en las paredes, sino en el Dios que camina contigo.

Y Yaakov construyó cabañas para sí y para su ganado, y llamó a aquel lugar Sucot.” (Génesis 33:17)Pero en el nivel del alma, Sucot es el lugar donde tú eliges confiar.Donde decides seguir caminando aunque no veas el camino.Donde comprendes que caminar sin ver también es ver.


Portador de la Luz

Sucot es el arte de caminar sostenido por el cielo.La fe que no se prueba en la intemperie se pudre en la comodidad.La sucá se desarma, sí.Pero lo que nació en su sombra no se cae.

El mismo viento que mece tus ramas mueve tu alma.La misma luna que se apagó en Tishrei renace también en ti.El mismo Dios que te sacó de tu casa para enseñarte vulnerabilidad ahora te da una nueva identidad:

Tú eres hijo de Yaakov. Hijo de Israel.Naciste para luchar y para avanzar.Para construir en lo frágil y encontrar lo eterno en lo que parece temporal.

Cuando regreses a tus paredes de cemento, vuelve distinto:No más fuerte por tus muros, sino por la fe que te habita.No más protegido por tus planes, sino por la confianza silenciosa que sembraste bajo las estrellas.

Sucot no es el fin de la fiesta.Es el inicio del viaje.El recordatorio de que no estás solo.Que hay alas sobre tu cabeza incluso cuando el cielo está oscuro.

Así que envalentónate y refuérzate.Estás por comenzar el año, la rutina, y eso que anhela tu alma.Ahora, después de haber tocado base con la infinitud, te toca a ti hacer el trabajo y conquistar eso que arde en tu interior.

Entrégate.Disfruta de estar en la Presencia.Habita lo vulnerable y siente esa unión de alegría con el Infinito.

Porque no hay mayor fe que aprender a descansar dentro de Dios.Y no hay mayor libertad que confiar sin paredes.

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