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Shofetim -Dios No Te Debe Nada

Por Jack Levy


Dios No Te Debe Nada


Voy a empezar por sacudirte un poco. Si alguna vez te has preguntado por qué, a pesar de ser "buenas personas", la vida sigue dándonos bofetadas, es hora de enfrentar una realidad incómoda: El universo es parte de un plan mucho más grande que nuestras expectativas, y aunque a Dios le importas, Él no tiene por qué darte explicaciones. Podemos ser lo más éticos posible, donar a la caridad, ayudar a quien lo necesita, y aun así, la vida puede seguir golpeándonos sin piedad. ¿Y sabes qué? Dios no nos debe nada.

Sí, lo leíste bien. Dios no nos debe nada. Si creemos que portarnos bien automáticamente nos garantiza riquezas, éxito o salud eterna, estamos viviendo en una fantasía. Esa idea de que “si soy una buena persona, todo irá bien” es una mentira reconfortante, pero el mundo no funciona así. Olvidemos esa absurda noción de que "Diosito" nos va a hacer millonarios o mantenernos sanos solo porque nos comportamos bien. El universo no es una tienda de recompensas donde podemos canjear nuestras buenas acciones por bendiciones.

Es fácil caer en la trampa de pensar que si haces todo bien, entonces el universo te lo devolverá en forma de bendiciones materiales. Pero ese pensamiento es infantil, algo que deberías haber superado si tienes más de 9 años. Creer que tener un trabajo estable, invertir en criptomonedas, pagar un seguro médico de lujo, o instalar cámaras de seguridad en cada rincón de tu casa garantiza tu bienestar es una forma sutil de idolatría. Sí, idolatría. Nos aferramos a estos falsos dioses, como el dinero en la cuenta bancaria o las precauciones extremas, para no sentirnos vulnerables frente al caos del universo. Pero al hacerlo, nos alejamos de la realidad: ni Dios ni el mundo pueden ser controlados por nuestras expectativas.

Nos enfrentamos a una realidad mucho más compleja, y aquí es donde comienzan las preguntas difíciles. ¿Qué significa realmente confiar en Dios? ¿Es suficiente hacer nuestra parte? ¿Qué hacemos cuando nuestras acciones no nos llevan al resultado esperado?

Breve Resumen de la Parashá: Shoftim


Para poder explorar estas preguntas, debemos sumergirnos en la narrativa de Parashat Shoftim. Moisés, en sus últimos días, está preparando al pueblo para entrar a la Tierra Prometida, pero sabe que sin justicia, el caos reinará. Así, establece las bases de un sistema que busca mantener el orden y evitar la corrupción tanto interna como externa.

La Parashá comienza con la famosa orden:

“Tzedek, tzedek tirdof” —“Justicia, justicia perseguirás” (Deuteronomio 16:20).

No es una sugerencia; es un mandato doble, una llamada a establecer justicia tanto a nivel personal como colectivo. Moisés instruye al pueblo sobre la necesidad de establecer jueces y oficiales en cada ciudad para que la justicia no sea solo un ideal abstracto, sino una realidad concreta y diaria.

Pero la justicia no es solo un valor moral; es también un escudo contra la idolatría. Moisés advierte al pueblo sobre los peligros internos que podrían desviarles del camino correcto. La idolatría no es solo arrodillarse ante estatuas; es la corrupción del juicio y el desvío de la verdadera justicia. Por eso, Moisés insiste en la importancia de mantener la pureza del juicio, tanto a nivel individual como en la estructura de liderazgo. Él instruye al pueblo sobre la necesidad de un rey justo, uno que no se corrompa con riquezas, caballos o mujeres, y que mantenga la Torá siempre consigo para no desviarse del camino.

Además de estos peligros internos, Moisés también advierte sobre los peligros externos. A medida que el pueblo entre en la Tierra Prometida, estarán rodeados de influencias externas que podrían tentarles a desviarse del camino de Dios. Los adivinadores, los profetas falsos, y las prácticas de los pueblos conquistados son solo algunos de los ejemplos que Moisés cita como amenazas a la integridad del pueblo.

Moisés no solo establece el marco legal para proteger al pueblo de la corrupción interna y externa, sino que también les empodera para enfrentar las batallas que vendrán. Aunque las fuerzas externas parezcan abrumadoras, Moisés les recuerda que Dios les ha prometido la victoria, siempre y cuando mantengan su integridad y sigan Su justicia.


Justicia Interna y Externa: Dos Lados de la Misma Moneda


"Tzedek, tzedek tirdof" — "Justicia, justicia perseguirás."

¿Por qué dos veces? La repetición no es casualidad. La justicia debe perseguirse tanto en el ámbito interno como en el externo. En primer lugar, uno debe tener un juicio interno claro y recto antes de poder impartir justicia externamente. La justicia interna es la capacidad de aplicar un juicio imparcial, libre de corrupciones internas como el miedo, el orgullo o la avaricia.

Piénsalo de esta manera: antes de poder tomar decisiones justas en tu vida diaria—como elegir un líder en tu comunidad, tomar una decisión ética en el trabajo, o incluso resolver un conflicto personal—primero necesitas ser justo contigo mismo. Pero, ¿qué significa esto realmente en la práctica?


1. Influencias externas y la justicia interna:


Moisés nos advierte sobre la importancia de mantener la justicia interna, esa brújula moral que debe guiar nuestras acciones y decisiones. Pero, ¿qué significa esto en la práctica? Significa evitar que influencias externas corrompan nuestro juicio.

Por ejemplo, la idolatría que Moisés menciona no se limita a adorar estatuas o dioses paganos. En nuestro contexto moderno, la idolatría puede ser la adoración de cosas más sutiles pero igualmente peligrosas: si mides tu valor personal únicamente basándote en cuánto dinero ganas, en cómo te perciben los demás, o en cómo puedes escalar en tu carrera, estás permitiendo que estos "ídolos" modernos controlen tu vida. Cuando el saldo en tu cuenta bancaria, el número de seguidores en redes sociales, o el reconocimiento en el trabajo se convierten en la medida de tu valor personal, has desviado tu brújula interna. Esto es una forma de idolatría que afecta directamente tu capacidad para emitir un juicio justo y vivir de acuerdo con los valores que realmente importan.

La advertencia de Moisés es clara: si permites que estas influencias externas definan tu vida, inevitablemente caerás en la corrupción de tu justicia interna. Por eso es crucial, antes de juzgar a otros o de tomar decisiones que afecten tu vida y la de los demás, que te asegures de que tu juicio no está siendo contaminado por estos "ídolos" modernos. Solo cuando logramos este nivel de claridad interna, podemos aspirar a tener un juicio sano y justo.


2. No confíes solo en tu propia perspectiva:


La Torá es clara: no basta con una sola voz para emitir un juicio. Moisés insiste en la necesidad de más de un testigo para condenar a alguien (Deuteronomio 17:6). Este principio es mucho más que una regla legal; es un recordatorio de que nuestras percepciones individuales son limitadas y a menudo sesgadas. No podemos confiar únicamente en nuestra perspectiva interna para tomar decisiones justas o sabias.


Aquí es donde entra en juego la idea de Friedrich Nietzsche. Él observó que la humanidad a menudo confunde lo que es estéticamente agradable o culturalmente aceptable con lo que es moralmente bueno. Piensa en esto: si ves a alguien aplastando una mosca, probablemente no sientas nada. Pero si esa misma persona patea a un perro, te indignas de inmediato. ¿Por qué? Porque culturalmente hemos decidido que ciertos seres merecen nuestra compasión y otros no. Esta distorsión en nuestra percepción moral puede alejarnos de lo que realmente es justo.

Es un recordatorio de que nuestras emociones y percepciones están condicionadas y no siempre alineadas con la verdadera justicia. Por eso, es crucial buscar la perspectiva de otros, consultar con personas sabias —ya sea un mentor, un coach o un psicólogo— para asegurarnos de que nuestras decisiones no estén sesgadas por nuestras propias limitaciones o deseos.


3. Establecer un sistema de valores:


Cuando nuestro juicio interno es claro y justo, entonces podemos empezar a establecer justicia externa. Pero, ¿cómo hacemos esto en la práctica? Moisés nos ofrece una guía: establece un rey sobre ti que sea justo, que esté guiado por la Torá y que no se corrompa por el poder. En términos modernos, esto puede interpretarse como el establecimiento de un sistema de valores o principios que nos guíen en nuestras decisiones y acciones diarias.

En el mundo de hoy, esto significa tener un conjunto de valores fundamentales que te guíen, sin importar las circunstancias. Tal vez, para ti, ese “rey” sea la ética de trabajo, la integridad, la honestidad, o el respeto por los demás. No podemos confiar únicamente en nuestra voluntad; necesitamos una estructura que nos mantenga en el camino correcto, algo que nos recuerde constantemente qué es lo más importante, incluso cuando la tentación de desviarnos es fuerte.


4. La necesidad de un guía o profeta:


Finalmente, Moisés presenta al profeta como un guía esencial, aquel que predice y advierte sobre las consecuencias de nuestras acciones, ayudándonos a tomar decisiones correctas. En el mundo moderno, podríamos traducir esta figura como coaches, psicólogos, mentores o cualquier persona sabia que nos da claridad cuando nuestras emociones nublan nuestro juicio.

Cuando estás atrapado en un problema, como romper una rutina tóxica, enfrentar adicciones o lidiar con conflictos personales, estos guías modernos te muestran la realidad de tu situación y los riesgos de tus decisiones, orientándote hacia un camino más justo. Pero Moisés también advierte sobre los falsos guías, aquellos que solo buscan su propio beneficio. ¿Cómo saber quién es de fiar? Moisés dice: si sus consejos dan buenos resultados, son verdaderos.

En la práctica, si la terapia, el consejo de un coach o un mentor te ayudan a mejorar, a superar problemas y a tomar mejores decisiones, confía en ellos hasta que recuperes tu juicio interno. Pero si llevas años siguiendo sus recomendaciones y estas te generan estancamiento, más caos o confusión, entonces es momento de reconsiderar a quién estás permitiendo guiarte.



La Reparación del Mundo Comienza Contigo


Ahora bien, una vez que hemos logrado equilibrar la justicia interna y externa, se revela una verdad fundamental: la reparación del mundo, el Tikkun Olam, comienza contigo. Si el mundo está roto, es porque tú estás roto. Sí, tú. Y yo también. Todos lo estamos. Nos encanta hablar de salvar al mundo, de grandes cambios y revoluciones, pero ¿qué hay de cambiarte a ti mismo? ¿Qué hay de enfrentarte a tu propio caos interno? Porque, te lo digo de frente, el mundo no va a mejorar por sí solo, y definitivamente no va a mejorar solo porque estás esperando a que un Mesías colectivo venga a salvarnos a todos.

La verdadera reparación del mundo no comienza con grandes gestos heroicos o con la esperanza de que alguien más haga el trabajo. Comienza contigo.

Si mejoras tú, mejora el mundo. No puedes arreglar lo que está allá afuera si no has arreglado lo que está dentro de ti. Y no estoy hablando de un cambio superficial. Estoy hablando de enfrentarte a tus miedos, tus inseguridades, tus fallas, y trabajar para superarlas. Porque cada vez que te haces responsable de tu vida, cada vez que te esfuerzas por ser una mejor versión de ti mismo, estás haciendo Tikkun Olam. Estás reparando el mundo.

Nos gusta pensar que grandes cambios requieren grandes gestos, pero la verdad es que el cambio más poderoso comienza en lo pequeño, en lo personal. No se trata solo de donar dinero o hacer trabajo voluntario, aunque esas cosas son importantes. Se trata de cómo tratas a la gente que te rodea, de las decisiones que tomas a diario, de la manera en que vives tu vida. No puedes esperar que el mundo mejore si tú no estás dispuesto a mejorar.

Así que, antes de que te pongas a esperar a que alguien más arregle las cosas, pregúntate: ¿Qué estás haciendo tú para mejorar? ¿Estás esperando que el mundo cambie por ti, o estás dispuesto a cambiar tú para mejorar el mundo? El Tikkun Olam comienza contigo. No te engañes esperando a un salvador. Sé tu propio salvador y empieza a hacer el trabajo.


El Mal También Lo Creó Dios: La Necesaria Resistencia


Pero incluso cuando tomas la decisión de cambiar y comenzar a reparar el mundo, te encontrarás con un obstáculo inevitable: el mal. Y aquí es donde surge una realidad incómoda que debemos enfrentar: el mal también lo creó Dios. Sí, leíste bien. Si crees que el mal es un error del sistema, algo que no debería existir, te estás perdiendo una parte crucial del diseño divino.



Isaías 45:7 nos recuerda:

“Formo la luz y creo la oscuridad, hago la paz y creo el mal. Yo, el Señor, hago todas estas cosas.”

No se trata de un fallo en el sistema; es una parte integral del mundo que Dios creó, y tiene un propósito claro: ponerte a prueba, empujarte, hacerte crecer. Sin resistencia, no hay crecimiento. Sin obstáculos, no hay superación. Si todo fuera fácil, si el camino estuviera libre de desafíos, no tendrías mérito en nada de lo que haces. No habría justicia, porque no habría esfuerzo. No habría propósito, porque no habría lucha.

Porque el verdadero crecimiento viene de la elección, de resistir la opción del camino fácil. El mal está ahí como un campo de entrenamiento. Es duro, incómodo, y a veces cruel, pero es necesario. Porque cada vez que enfrentas un desafío, cada vez que te enfrentas al mal y eliges resistir, te estás fortaleciendo. Estás cumpliendo con tu propósito. Estás reparando el mundo, empezando por ti mismo.

El problema es que mucha gente usa el mal como excusa para rendirse. Piensan que si las cosas son difíciles, no vale la pena intentarlo. Pero esa es la mayor trampa de todas. Rendirte ante el mal es negar tu propósito y razón de estar aquí.

Enfrentar el mal no es fácil, pero es necesario. Solo a través de la lucha y la resistencia puedes realmente crecer, y con ello, ayudar a reparar el mundo, un paso a la vez. Este es el momento en que tu Tikkun Olam se pone a prueba.

Así que, la próxima vez que te enfrentes a un desafío—ya sea dejar un mal hábito, superar el miedo, o vencer la pereza—recuerda que estás aquí para enfrentar la lucha, no para evitarla. Esa es tu verdadera misión.

Cuando el mal se presente en forma de desánimo, hábitos destructivos o dudas internas, pregúntate: ¿Vas a dejar que te derrote, o vas a resistir? ¿Vas a permitir que la rutina te consuma, o darás un paso hacia el cambio? Recuerda, como dijo Dios, “Formo la luz y creo la oscuridad, hago la paz y creo el mal.” No huyas de esta verdad; enfréntala y elige resistir.


Existencialismo: El Sentido Nace de la Lucha

Después de todo esto, surge una pregunta inevitable: ¿Qué sentido tiene todo? Si el mal es parte del plan de Dios, si nuestras percepciones están distorsionadas y si el control es solo una ilusión, ¿dónde encontramos el propósito en medio de este caos?

El existencialismo, nos dice que la vida no tiene un significado preestablecido. La Tora nos dice que sí lo tiene, pero no siempre podemos ver la película completa ni entender los planes de Dios. Así que nos toca a nosotros crear ese sentido a través de nuestras decisiones y las luchas que enfrentamos. J.P. Sartre lo dijo claro: estamos “condenados a ser libres”. En un mundo donde nada está garantizado ni predeterminado, tú eres el único responsable de darle sentido a tu vida.

Esto puede parecer aterrador, y lo es. La libertad es una carga pesada porque implica responsabilidad. No puedes culpar a nadie más, ni siquiera a Dios, porque Él te ha dado la capacidad y la libertad de elegir. Y esa libertad trae consigo una tremenda responsabilidad: cada elección que haces, cada batalla que decides enfrentar o evitar, define quién eres y qué sentido tiene tu vida.

La parashá nos recuerda que la justicia que buscamos fuera comienza dentro de nosotros. No se trata solo de cómo actuamos en el mundo, sino de cómo nos juzgamos a nosotros mismos, de cómo enfrentamos nuestras propias sombras y debilidades. La verdadera vida se construye cuando, a pesar de las dificultades y tentaciones, elegimos luchar por lo que es correcto, incluso cuando es difícil.

Mira el ejemplo de Adán y Eva en el Edén. Vivían en lo que se suponía era un paraíso, un lugar perfecto donde nada malo podía suceder. Pero si te soy sincero, eso era más una prisión dorada que otra cosa. No había lucha, no había resistencia, no había propósito real. Hasta que apareció la serpiente con la tentación del fruto prohibido. De repente, tuvieron que elegir. Y aquí es donde las cosas se pusieron interesantes.

En ese momento, Adán y Eva se enfrentaron a la primera prueba real de la humanidad: la elección entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. Y aunque su elección los llevó a ser expulsados del Edén, ese fue el momento en que realmente empezaron a vivir. Porque fue ahí, en el exilio, en el mundo real lleno de desafíos y adversidades, donde tuvieron la oportunidad de enfrentar el mal, de crecer y de definir su propósito. El Edén no era la meta; era solo el punto de partida. La verdadera vida comenzó cuando tuvieron que enfrentarse al caos y empezar a luchar.

Aquí es donde se une nuestra exploración existencial con la narrativa de la parashá: el sentido de nuestra vida no se encuentra en la ausencia de conflicto, sino en la lucha misma. El verdadero propósito emerge cuando nos enfrentamos al mal, cuando resistimos, cuando perseguimos la justicia no porque sea fácil, sino precisamente porque es difícil.

Y aquí viene la clave: el objetivo final no es simplemente vivir en el mundo, sino regresar al Edén. Pero no al mismo Edén del principio, no al Edén de la inocencia y la ignorancia. El objetivo es regresar al Edén, pero esta vez con propósito y consciencia. Esa es toda la diferencia. Ya no se trata de vivir en un paraíso sin desafíos, sino de volver a ese estado de armonía y paz, pero ahora con la sabiduría adquirida a través de la lucha, el sufrimiento y la superación de obstáculos. Ahora el Edén es un lugar que se conquista, no un lugar que se hereda.

Entonces, cuando te enfrentes a una elección difícil, cuando el mal o la tentación estén justo frente a ti, pregúntate: ¿Vas a ceder y perderte en el caos, o vas a resistir y construir tu propio sentido? La vida no está predeterminada por lo que hiciste antes, sino por lo que haces ahora. La lucha no es el obstáculo; la lucha es el camino hacia una vida que realmente signifique algo. Y recuerda, el objetivo final es regresar al Edén, pero esta vez con propósito y consciencia.


La Paz se Encuentra en la Lucha, No en la Resignación


Si has llegado hasta aquí esperando una respuesta fácil, siento decirte que no existe. La vida no es un lugar donde puedas esquivar la responsabilidad y esperar que todo salga bien. Dios no te debe nada, y la justicia no se consigue sentándote a esperar. Hemos hablado de cómo el mal es parte del diseño divino, de cómo la verdadera justicia exige acción, y de cómo los ídolos modernos —dinero, control, poder— te distraen del verdadero propósito.

La paz no se encuentra en la comodidad que esos ídolos prometen, ni en la fantasía de un mundo sin conflicto. La paz surge cuando enfrentas el caos con valor, cuando rechazas la corrupción, cuando eliges resistir a pesar de las dificultades. Cada vez que permites que el dinero, el miedo o el poder dicten tus decisiones, estás levantando un ídolo, alejándote de la verdadera justicia, y robándote a ti mismo la posibilidad de alcanzar una paz genuina.

Volvamos al Edén, al momento en que Adán y Eva fueron expulsados. Perdieron el Edén porque eligieron mal, pero esa misma elección les abrió el camino a algo mucho más grande: la oportunidad de luchar, de resistir, de buscar la justicia y, eventualmente, de regresar al Edén. Pero no al mismo Edén de la inocencia y la ignorancia; sino a un Edén que se conquista, donde la justicia y el propósito se han forjado a través del esfuerzo consciente.

Dios te puso delante el bien y el mal, y te dio la libertad de elegir. No hay atajos. Cada decisión es una oportunidad para derribar esos ídolos que te prometen una falsa seguridad y, en su lugar, abrazar la lucha por la justicia. Porque la justicia no es algo que simplemente ocurre; es algo que persigues, que eliges, que construyes día a día, decisión a decisión.

Así que, cuando sientas la tentación de rendirte, de aferrarte a esos ídolos que te prometen control y seguridad, recuerda esto: la paz no está en evitar la lucha, sino en enfrentarla con todo lo que tienes. Rompe esos ídolos. Libérate de la mentira de que puedes controlar todo o de que el dinero, el poder o la pasividad te salvarán. Confía en Dios, pero hazlo de manera responsable. Haz tu parte, lucha por la justicia, y confía en que, al final, la paz que buscas no se encuentra en la resignación, sino en la batalla diaria por regresar al Edén con propósito, con consciencia y con la justicia como tu guía.

La Tierra Prometida —ese Edén al que tanto aspiras— ya está marcada para ti, pero no te equivoques: las batallas que te llevarán hasta allí no van a desaparecer. Tienes la promesa de Dios, pero también tienes la opción de escuchar a esos espías en tu mente que te dicen que es mejor regresar a la comodidad de la idolatría y la esclavitud. Puedes quedarte atrapado en las cadenas de esos ídolos que te ofrecen una falsa seguridad, o puedes decidir romperlos de una vez por todas y enfrentarte al desafío real de vivir con justicia y propósito.

No te engañes: la vida no se trata de evitar la lucha, sino de atravesarla y conquistar lo que te por derecho divino te pertenece.



"Hoy pongo a los cielos y a la tierra por testigos contra ustedes, de que he puesto delante de ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia." Deuteronomio 30:19






Bibliografía y Referencias:

  1. Tora:

    • Deuteronomio 16:18-21:9 - Parashat Shoftim.

    • Deuteronomio 30:19 - "Hoy pongo a los cielos y a la tierra por testigos contra ustedes..."

    • Isaías 45:7 - “Formo la luz y creo la oscuridad, hago la paz y creo el mal. Yo, el Señor, hago todas estas cosas.”

  2. Comentarios Bíblico:

    • Rashi (Rabí Shlomo Yitzhaki): Comentario sobre Deuteronomio 16:20 ("Tzedek, tzedek tirdof"). Rashi proporciona interpretaciones detalladas sobre la justicia en la Torá.

    • Maimónides (Rabí Moisés ben Maimón): Mishné Torá, Leyes de los Reyes, donde se detalla la función y las restricciones de un rey en Israel.

  3. Filosofía:

    • Sartre, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo. (1946). En este ensayo, Sartre desarrolla la idea de que "estamos condenados a ser libres", lo que se relaciona con la responsabilidad personal en la creación de sentido.

    • Nietzsche, Friedrich. Más allá del bien y del mal (1886). Nietzsche explora la idea de moralidad y cómo a menudo confundimos lo estético con lo moral.

  4. Psicología:

    • Frankl, Viktor. El hombre en busca de sentido (1946). Frankl habla sobre cómo encontrar sentido a través de la adversidad, que se relaciona con los temas de justicia interna y externa.

    • Kahneman, Daniel. Pensar rápido, pensar despacio (2011). Kahneman explora cómo nuestras mentes son susceptibles a errores de juicio, lo que se vincula con la necesidad de buscar múltiples testimonios en la toma de decisiones.

  5. Kabbalah:

    • Saban, Mario. Las estrategias del Satán: Un análisis de la inclinación al mal en la Kabaláh (2007). Saban aborda cómo el mal es necesario para el crecimiento y el desarrollo espiritual.

    • Luria, Isaac (Arizal). Etz Chaim - Discursos sobre la creación del mundo y la necesidad del "Tzimtzum", el acto de autolimitación de Dios, lo que permite la existencia del mal y el libre albedrío.

  6. Talmud:

    • Talmud Bavli, Tratado Sanhedrin: Discusiones sobre la justicia y el establecimiento de cortes legales en el judaísmo.

    • Talmud Bavli, Tratado Makkot: Leyes de los refugios y cómo se relacionan con el sistema judicial descrito en Shoftim.

  7. Artículos y Ensayos Contemporáneos:

    • Sacks, Jonathan. Covenant & Conversation: Shoftim - The Pursuit of Justice. En este ensayo, el Rabino Sacks discute el mandato de la justicia en la parashá Shoftim y cómo se aplica en la vida moderna.

    • Luzzatto, Moshe Chaim (Ramchal). Derech Hashem - El camino de Dios. En este texto, el Ramchal explica cómo el mal y el bien son herramientas divinas para la creación del equilibrio y la justicia.

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