Vezot Haberajá - Bereshit - ¡IDÓLATRA!
- Jack Levy

- 12 oct
- 7 Min. de lectura
Por Jack Levy
Te deseo que tus hijos te llamen idólatra
Sí, lo escuchaste bien. ¡Te deseo que tus hijos te llamen idólatra!
Que un día miren lo que hoy consideras sagrado… y lo encuentren ridículo.Que se rían de tus certezas con la misma ternura con la que tú hoy te burlas de las de tus abuelos.
No te defiendas todavía.Respira.
Los aztecas creían que si no alimentaban al sol con sangre, el mundo se apagaría.Nos parecen bárbaros.Pero nosotros también sacrificamos vidas todos los días.Solo que lo hacemos frente a pantallas, adorando al dios de la productividad.Cambiamos el corazón de los niños por el reloj del éxito.
Nuestros abuelos azotaban a sus hijos “por su bien”.Nosotros los anestesiamos con pantallas “por su seguridad”.Ellos temían al infierno.Nosotros tememos al fracaso.Ellos obedecían sacerdotes.Nosotros seguimos algoritmos.
El altar cambió, pero la devoción es la misma.Hoy rezamos frente a un celular,medimos nuestra valía en likes,sacrificamos el descanso por validación.
Y todo eso —igual que antes— lo hacemos convencidos de estar haciendo lo correcto.
Cada época tiene su templo, su liturgia y su sacrificio.Solo cambian los dioses.
No nos gusta admitirlo, pero lo que hoy parece evidente, mañana será una herejía.Los que antes quemaban libros, hoy cancelan personas.Los que predicaban la salvación eterna, hoy venden “vibrar alto” en reels de treinta segundos.Y los que se creen más iluminados, son muchas veces los más ciegos por su propia luz.
Todos.Como tú.Como yo.
Hay una delgada línea entre fe y fanatismo,entre enseñar y imponer,entre creer y no poder dejar de creer.
Y todos, de una forma u otra…la cruzamos.
Vezot Haberajá → Bereshit
Y ahí entra la Torá.Cierra con una muerte.Con un silencio.Con un hombre que no logra entrar a la tierra que soñó toda su vida.
Moshé no muere derrotado.Muere viendo.Muere entregando.Muere comprendiendo que su forma de fe ya no pertenece a la siguiente generación.
“Vezot Haberajá” — Y esta es la bendición.Pero no es una bendición cualquiera.Es la bendición del que entiende que no vino a llegar,sino a abrir camino.
La Torá termina con un líder que no entra,porque el modo en que él conoció a Diosya no cabe en la nueva era que comienza.
El fuego del Sinaí debía transformarse en semilla.El eco de la voz debía volverse palabra humana.
Y justo cuando el rollo se cierra, otro se abre:
Bereshit bara Elohim et ha-shamayim ve’et ha-aretz.“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
No es otro libro.Es la misma historia que vuelve,pero con un alma más amplia.
El ciclo no se repite: se expande.Cada generación da una vuelta más arriba.Cada destrucción abre espacio para un Dios más grande.Cada silencio deja germinar una nueva palabra.
Y tal vez ese sea el secreto más olvidado de la fe:que incluso la Torá se renueva cuando la vida la atraviesa.Que lo sagrado no se repite —se revela otra vez, más profundo, más humano.
Cuando el templo se convierte en cárcel
Cuando el templo se convierte en cárcel
Los sabios dicen que hubo dos templos destruidos.Pero la verdad es que todos tenemos más de dos.
Cada vez que una forma de fe se vuelve costumbre, nace un templo.Y cuando esa costumbre deja de conectar con la vida, ese templo debe caer.
El primer Beit Hamikdash —el de Shlomó— cayó por idolatría.Por querer domesticar a Dios, usarlo como amuleto del poder.Por convertir la fe en una herramienta para controlar, y no para servir.Cuando el hombre intenta poseer a la divinidad, termina adorando su propio reflejo.
El segundo —el de Ezra— cayó por odio gratuito.No por falta de religión, sino por exceso de ego.Por olvidar que amar a Dios sin amar al otro es otra forma de idolatría.Cuando la verdad se separa de la compasión, el templo se vacía aunque las paredes sigan en pie.
Y ambos templos cayeron por la misma raíz:porque no se puede encerrar a la infinitud dentro de un concepto,ni reducir el amor divino a un solo rostro.
El infinito no soporta ser propiedad de nadie.Solo habita en el movimiento, en la búsqueda, en la conciencia que se expande.Por eso, cada vez que intentamos fijarlo —en una ideología, una estructura o una verdad absoluta—,esa estructura se quiebra.No por castigo, sino por naturaleza.Porque todo lo que deja de fluir, muere.
La idolatría no murió.Solo cambió de forma.Hoy ya no tallamos becerros de oro: tallamos certezas.Levantamos templos mentales donde todo encaja… menos la duda.Y cada vez que confundimos la idea de Dios con Dios mismo,volvemos a adorarnos a nosotros.
Abraham lo entendió antes que nadie.No rompió ídolos de piedra: rompió conceptos.Rompió la imagen limitada de un dios que necesitaba sacrificios para ser amado,de un dios que premiaba y castigaba como un juez humano.
Abraham descubrió que la divinidad no se conquista: se encuentra.No se entiende: se revela.No se defiende: se experimenta.
La fe de Abraham fue una revolución.La nuestra, muchas veces, es repetición.Y ahí está la raíz de toda idolatría:repetir una verdad hasta que deja de estar viva.
Por eso la Cabalá enseña que el tercer templo no será construido con piedra,sino con conciencia.No se levantará en Jerusalén, sino dentro del hombre.Será el espacio donde la búsqueda valga más que la certeza,donde el Nombre de Dios no se pronuncie,sino que se encarne.
Que se engrandezca el Nombre
Moshé no muere: se disuelve.Su cuerpo se detiene en el monte,pero su mirada sigue viajando hacia la Tierra Prometida,como una chispa que cruza de alma en alma,de generación en generación.
Durante cuarenta años habló con Dios cara a cara,y en su último suspiro entendió que la voz debía seguir hablándole al mundo,pero ahora desde dentro del hombre.
Por eso no entró.Porque su misión no era habitar la tierra,sino dejarla fértil.No era conquistar el futuro,sino entregárselo a otros.
Y ahí entra el Kadish.No es un rezo para los muertos.Es un eco para los vivos.
Yitgadal ve’yitkadash Shemei Rabá“Que sea engrandecido y santificado Su Gran Nombre.”
No dice: “Que lo repitamos igual.”Dice: “Que lo agrandemos.”Que el Nombre —la forma en que comprendemos lo divino—no se estanque en lo que yo creí,sino que crezca con lo que tú descubrirás.
Eso hizo Moshé.No fundó una religión.Fundó un proceso.Entendió que el propósito de todo maestro no es que repitan su verdad, sino que la superen.Que su voz no se convierta en ídolo,sino en punto de partida.
Y ese es el verdadero testamento espiritual:no heredar certezas,sino dejar espacio para que la siguiente generación las rompa.Así como Abraham derribó los ídolos de su padre,así nuestros hijos, algún día, derribarán los nuestros.
Y cuando lo hagan —cuando miren lo que nosotros llamamos “verdad” y sonrían con compasión—no será traición.Será evolución.Será amor en su forma más madura.
Por eso sí:te deseo que tus hijos te llamen idólatra.Porque eso significará que vieron más lejos,que caminaron sobre tus hombros,que su Dios es más grande porque tú les diste permiso de hacerlo crecer.
Eso fue exactamente lo que hizo Moshé al morir:entregar su Dios a la humanidad para que lo hiciera más grande.No se llevó la luz: la multiplicó.No cerró la Torá: la abrió otra vez.
Y por eso, cuando el libro se cierra,cuando su alma asciende,cuando parece que todo termina,Dios no guarda silencio.
Susurra la misma frase con la que todo comenzó:
Bereshit bara Elohim...
El principio vuelve,pero ya no es el mismo.No es Dios creando al hombre,sino el hombre continuando la creación.
Moshé se queda mirando desde el monte.Ve la tierra que no pisará,la promesa que solo alcanza a ver.Y en su último aliento deja una oración,la misma que el Kadish convierte en legado:
“Expande mi Dios.Hazlo más grande.Lleva mi fe donde yo no alcancé.”
Eso es morir en plenitud:saber que lo que no pudiste conquistar con tus pasos,otros lo harán con su luz.
Dios vuelve a decir:
“Sea la luz.”
Pero esta vez,esa luz no baja del cielo:asciende desde los hijos.
Ellos cruzan hacia la tierra que tú solo alcanzaste a ver.Ellos cargan tu voz, tu fuego, tu búsqueda.Ellos son la continuación del pacto.
Ese es el nuevo Bereshit.La creación no termina: se hereda.La fe no muere: se expande.Y cada generación que se atreve a ver un poco más lejos, hace más grande el Nombre, y cumple lo que Moshé apenas vislumbró.
Porque el verdadero milagro no es llegar, sino dejar el camino encendido para los que vienen detrás.
Bibliografía y Referencias
Torá, Devarim / Deuteronomio 33–34 – Vezot Haberajá: Bendición final de Moshé y su muerte en el monte Nebó.
Bereshit / Génesis 1:1–3 – Bereshit bara Elohim et ha-shamayim ve’et ha-aretz... Yehi or (“Sea la luz”): El inicio de la creación, paralelo con la renovación espiritual.
Talmud Bavlí, Yomá 9b – Explicación de las causas de la destrucción de los dos templos:
“El primer Templo fue destruido por idolatría, inmoralidad y derramamiento de sangre.El segundo, por odio gratuito (sinat jinam).”
Pirkei Avot 5:22 – “Todo amor que depende de una causa, se acaba cuando la causa desaparece.”
Midrash Rabbá, Devarim 11 – Sobre la muerte de Moshé como “el beso de Dios” (neshiká): la unión entre lo finito y lo infinito.
Zohar, Vayakhel 206b–207a – “El tercer Templo será construido por el Santo, bendito sea Él, y durará para siempre.” Interpretado cabalísticamente como la edificación de la conciencia divina en el hombre.
Rabí Isaac Luria (Arizal) – Etz Chaim, Shaar HaTzimtzum: el principio de que lo divino debe retirarse para permitir espacio a la creación, base de la idea de que cada generación amplía la revelación.
Baal HaSulam, Introducción al Zohar §66–68 – Sobre la expansión del Sheim Hashem (el Nombre Divino) a través del trabajo de las generaciones.
Rabí Abraham Isaac Kook, Orot HaKodesh II – “Cada generación tiene su propia revelación de Dios; encasillarla en la anterior es idolatría espiritual.”
Rabí Najman de Breslov, Likutei Moharán I:282 – Sobre la caída de la fe en formas fijas: “Toda destrucción viene del deseo de poseer a Dios, en lugar de dejar que Él te posea.”
Sefer HaTania, Cap. 36 – El propósito de la creación como “hacer para Él una morada en los mundos inferiores”, es decir, revelar lo divino desde la conciencia humana.
Rabbi Jonathan Sacks, Covenant & Conversation: Deuteronomy (Essays on Vezot Haberajá) – Sobre la muerte de Moshé como el paso de la fe revelada a la fe interpretada.
Rabbi Adin Steinsaltz, The Thirteen Petalled Rose – Cap. 3–4: sobre la expansión progresiva del conocimiento divino como movimiento del alma colectiva.
Abraham Joshua Heschel, Dios en busca del hombre – Cap. 8: “La religión no debe ser un santuario de certezas, sino un laboratorio de asombro.”
Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido – Sobre la herencia de fe: “La luz que no pudimos ver, tal vez la verán nuestros hijos.”
Rav David Aaron, Seeing God: Ten Life-Changing Lessons – “Cada generación tiene la responsabilidad de traducir el Infinito a su propio idioma.”





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