top of page

Shemini -Vayidom Aharon

Por Jack Levy


Te quedas ahí parado.La garganta cerrada.El aire huele raro… como a algo quemado, pero no solo eso.Es incienso… mezclado con muerte.Con expectativa rota. Con algo que no sabes nombrar.

Se suponía que hoy era el gran día.El inicio de una nueva etapa.El momento en que todo iba a tomar sentido.Te habías preparado. Habías hecho todo bien.Pero no.Algo se fue. Algo se quemó. Y no va a regresar.

Y tú, ahí en medio de todos, viendo cómo lo sagrado también puede doler.Cómo el fuego baja del cielo, sí…pero no siempre para abrazar.A veces, baja para quemar lo que más amas.

Y no entiendes nada.No sabes si llorar, si correr, si romper algo.Pero hay una parte de ti que… simplemente se apaga.Y en lugar de reaccionar, te callas.

Vayidom Aharon.Y Aarón se quedó en silencio.No porque no sintiera.Sino porque entendió que había momentosen los que no hay nada que decir.

Y tú lo entiendes también.Porque eso que estás cargando —ese duelo, ese miedo, esa pérdida—no se resuelve con frases.No se cura con likes.No se alivia con “todo pasa por algo”.

Hay silencios que no se deben llenar.Vacíos que no se pueden cerrar.Dolores que no se explican.

Solo se sostienen.Solo se habitan.

Y ahí es donde empieza lo sagrado.


El día en que todo estaba bien... hasta que no

Imagina esto:


Después de meses de preparación, de instrucciones divinas, de rituales detallados, por fin…el Mishkán está listo.El santuario móvil. La morada divina en la tierra.El espacio donde lo invisible se vuelve presencia.Todo el pueblo de Israel está reunido. Expectante.Hoy es el día.

Moshé llama a Aarón, su hermano, el recién nombrado Kohen Gadol, y le dice:

“Acércate al altar. Ofrece el sacrificio. Que baje la gloria de Hashem sobre el pueblo.”

Y Aarón lo hace. Con manos temblorosas. Con respeto. Con amor.Se acerca, sacrifica, coloca la ofrenda.

Y entonces…el fuego baja del cielo.La llama divina consume el sacrificio.Y el pueblo estalla en júbilo.Gritos, asombro, adoración.

Todo está bien.Todo va perfecto.Todo cierra.Por fin.

Hasta que no.

Nadav y Avihú, hijos de Aarón, también sacerdotes,también llenos de pasión,también queriendo servir a Dios,deciden entrar al Mishkán por su cuenta.Con un fuego no ordenado.Con una energía que no fue pedida.Con deseo… sí. Pero sin contención.

Y entonces otro fuego baja.No para consumir la ofrenda.Sino para consumirlos a ellos.

Mueren ahí, frente al altar.En silencio.En seco.En público.

Aarón los ve.Los cuerpos. El humo.Y no se desploma.No corre.No grita.No reclama.

La Torá lo dice en dos palabras que lo cambian todo:

"Vayidom Aharon."Y Aarón se quedó en silencio.

Y es en ese momento donde todo cambia.

No cuando baja el fuego.No cuando se revela la Gloria.No cuando el pueblo grita “¡milagro!”.

Sino cuando el hombre que lo pierde todoel que acaba de ver cómo Dios le arrebata a sus hijos en Su propio altardecide guardar silencio.

No para tragarse el dolor.Sino para abrir espacio.Espacio para el misterio.Espacio para lo que no se entiende.Espacio para Dios.

Aarón se convierte en sacerdote no por lo que hace, sino por lo que contiene.Porque puede habitar el vacío sin llenarlo.Porque no necesita entender para permanecer.Porque sabe que lo divino no se conquista.Se recibe.


El vacío que sostiene




Tal vez no te ha pasado...O tal vez sí.

Ese momento en que la vida parecía ir bien —por fin—y de pronto, sin aviso,algo se cae.Y no entiendes.Y no sabes qué hacer.Y lo peor es que todo a tu alrededor sigue como si nada.

Y tú con el alma hecha pedazos.

Te ha pasado, ¿no?Una pérdida. Una traición. Un sueño que se rompió.Algo que no se explica,algo que no cierra,algo que no se va.

Y todos a tu alrededor lanzan frases vacías:

“Todo pasa por algo.”“Dios sabe lo que hace.”“Ánimo, échale ganas.”

Pero tú por dentro sabes que no hay frase que cierre ese hueco.

Y en vez de quedarte ahí, con el vacío abierto,te distraes.Te llenas de trabajo. De ruido. De redes.De mil cosas para no sentir.

Pero escúchame bien:

Ese espacio no vino a ser llenado.Vino a ser habitado.

¿Has oído hablar de Pi?

No, esto no es una clase de matemáticas.Es una revelación.

Cuando haces un círculo perfecto, y quieres calcular su perímetro,usas un número que probablemente conoces:3.1416...

Ese número se llama Pi.Y aquí está lo impresionante:

Empieza con un 3.

Y en la espiritualidad, el 3 no es casual.Es estructura. Es equilibrio. Es la base de lo divino.

Todo en el ámbito de lo sublime se ordena en tríadas:

  • Pensamiento – palabra – acción.

  • Mente – corazón – cuerpo.

  • Pasado – presente – futuro.

  • Intelecto – emoción – voluntad.

  • Padre – madre – hijo.

  • Sabiduría – entendimiento – conocimiento.

El tres sostiene.El tres no polariza.El tres integra.

El tres es lo que hace posible la armonía.La vasija mínima para contener lo infinito.

Y después del 3… viene el punto.Ese punto marca el límite.El salto. El misterio.

Y de ahí en adelante, el número se vuelve infinito, irracional, incontrolable.

Nunca se repite.Nunca se cierra.

Así es la vida cuando dejas de querer entenderlo todo.Cuando sueltas la necesidad de cerrar el círculo.Cuando aprendes a vivir en ese espacio que no se puede medir.

Porque lo perfecto no es lo que se entiende.Lo perfecto es lo que se sostiene.Y Pi sostiene el círculo... precisamente porque no cierra.

Volvamos con Aarón.


Cuando ve a sus hijos muertos,Aarón no huye.No tapa.No se quiebra frente al pueblo.

Se queda.Se traga las ganas de llenar el silencio.No porque sea fuerte, sino porque es vasija.

Ese es el sacerdote verdadero:no el que domina el fuego,sino el que puede contenerlo.No el que conquista a Dios,sino el que le hace espacio.

Porque lo sagrado no se toma.Se recibe.

Y Aarón, al quedarse en silencio,se convierte en el canal entre el cielo y la tierra.En la voz sin palabras del pueblo.En el contenedor del dolor que no tiene nombre.

El Ketoret: quemarse sin consumirse


El Ketoret era la ofrenda más íntima,la más delicada.Una mezcla precisa de once ingredientes que se quemaban lentamente.

Pero no era un fuego de destrucción.Era un fuego de transformación.

Subía como incienso.Como alma.Como dolor que no se traga ni se vomita, sino que se eleva.

La tradición dice que sólo recitar su fórmula protege del daño.Porque quien recuerda cómo quemar sin consumirse,cómo dolerse sin romperse,cómo vivir el vacío sin llenarlo...vive en equilibrio.

Todos llevamos fuego.La pregunta no es si vas a arder.La pregunta es:¿vas a arder por dentro, o vas a elevarte?

Entonces... ¿qué haces con tu vacío?

¿Corres de él?¿Lo llenas con ruido?¿Te inventas explicaciones para calmar la mente?

¿O te atreves a quedarte…como Aarón…en el silencio?¿Te atreves a mirar el fuego y no moverte?¿A mirar tu vida rota y no querer cerrarla todavía?

Ahí empieza lo sagrado.


¡Y QUE ARDA EL VACÍO!

¡Sí, Señor!

No todo se cierra.No todo se entiende.¡Y eso no es una falla… es el diseño divino!

Porque si tú pudieras explicarlo todo,¡entonces ya no habría espacio para Dios!


Porque Dios no habita en tus certezas,Dios no vive en tu control,Dios no se revela en tu necesidad de tener la razón.

¡Dios habita en el hueco!¡En el hueco, hermano!¡En el hueco, hermana!¡Ahí donde ya no sabes qué decir,donde las palabras te traicionan,donde solo queda llorar… o callar… o temblar!

Ahí.Justo ahí.

¿Quieres encontrar a Dios?No lo busques en el éxito.No lo busques en los aplausos.No lo busques en la falsa espiritualidad de quien quiere controlar al cielo como si fuera algoritmo.

Búscalo donde te dolió tanto que te callaste.Donde ya no supiste rezar.Donde sólo quedó tu respiración… y tu pecho abierto.

¡Sí!¡Porque ese silencio no fue resignación!¡Fue rendición!¡Fue confianza radical!

Como Aarón.¡Ese hombre no fue sacerdote por tener respuestas!¡Fue sacerdote porque pudo sostener el dolor de todo un pueblo…y no lo proyectó, no lo anestesió, no lo manipuló!

Lo convirtió en incienso.Lo ofreció como Ketoret.Lo elevó.

Y tú, tú también puedes.Tú también tienes un altar dentro.Tú también puedes hacer de tu vacío un lugar donde Dios se sienta en casa.No cierres ese círculo.No apagues ese fuego.No le pongas nombre a lo que vino solo a ser sentido.

¡Que arda el vacío, hermano!¡Que se queme la necesidad de entender!¡Que se eleve tu dolor como incienso,y que tu silencio se convierta en santuario!

Porque ahí, justo ahí…cuando ya no puedes más,cuando todo en ti quiere gritar pero eliges quedarte…

ahí baja el fuego.ahí desciende la voz.ahí empieza la verdadera espiritualidad.

Dios hoy te pregunta:¿Estás dispuesto a dejar ese espacio abierto…para que Yo habite en él?

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating

SOBRE...

FECONCIENCIA - Lo que creas, creas.png

 Este es ‘FeConCiencia’. Te invito a explorar una perspectiva poco común respondiendo a estas preguntas que nos persiguen en la vida y muchos prefieren evitar.

 

Esto es para los valientes que se atreven a cuestionar y desafiar para profundizar y reforzar en su fe. Es hora de llevar nuestro entendimiento a un judaísmo maduro

POST ARCHIVE

¡Mantente conectado!

Thanks for submitting!

bottom of page