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Nitzavim - ¿Qué Carajos es la Teshuvá?

Por Jack Levy

Haz Teshuvá. En Serio. ¿Sabes siquiera lo que eso significa?

Todos te lo sueltan como si fuera obvio: “hay que hacer teshuvá”. Como si bastara con rezar bonito, arrepentirte un poco y resetear el alma.Pero hay una pregunta que nadie se atreve a hacer (y que tú sientes en el fondo, aunque la esquives):

¿Qué carajos es, en serio, la teshuvá?

¿Dónde está escrito cómo se hace?¿En qué página de la Torá dice “Paso 1: Si fallaste, haz esto”?¿Existe eso?¿O es solo un rompecabezas místico que no termina de encajar?

Unos gritan:¡Culpa! ¡Confiesa! ¡Paga! ¡Corrige!Otros susurran:¡Regresa! ¡Sana! ¡Vuelve a casa! ¡Despierta!

¿A cuál voz le crees?¿Al juez justo y directo que te exige corregir, o al hippie que te invita a sanar?

¿Tu vida es un tribunal de justicia… o un retiro de sanación?


Nitzavim: Aquí Nadie Sobra

El escenario es perfecto: Nitzavim.Todo el pueblo está reunido. No solo los sabios o los piadosos. Todos: líderes, niños, mujeres, extranjeros, el que corta leña y el que acarrea agua. Nadie queda fuera.

Moisés dice: “Hoy ustedes están de pie, todos, para renovar el pacto con Dios”.Y no solo ustedes, aclara. También los que aún no han nacido.Porque esta llamada atraviesa generaciones.

Luego viene la advertencia:Si crees que puedes vivir en “modo avión”, ignorando este pacto, te perderás.Serás arrancado de tu tierra, de tu gente, de ti mismo.

Pero después, el verso que lo cambia todo:Aun si estás en los confines del cielo, Dios mismo irá por ti y te traerá de regreso.

Y entonces, la línea más brutal y hermosa:

“Este mandamiento no está en el cielo, ni más allá del mar... Está cerca. En tu boca. En tu corazón. Para que lo hagas.”

No está allá lejos.No es inalcanzable.Está aquí.En tu aliento. En tu pecho. En tu voluntad.


Maimónides vs. Najmánides

Pero... ¿qué es exactamente ese mandamiento? ¿Qué es teshuvá?

Rabbi Jonathan Sacks plantea el dilema entre dos sabios gigantes:

Maimónides, el filósofo racionalista, lo define como un protocolo. Reconoce, confiesa, corrige. No hay misterio, hay procedimiento. Es como limpiar una mancha: la ves, la nombras, la borras. Lo esencial no es cargar con culpa, sino asumir responsabilidad. El terreno es el individuo, el acto es el reconocimiento.

Najmánides, el místico, mira el mismo texto y ve otra cosa. En Nitzavim la Torá repite siete veces la palabra shuv —volver—. Para él, la teshuvá no es técnica, es historia. No es que rompiste una regla, es que te alejaste. No es solo error: es exilio. Y el retorno no es pagar la falta, es volver a casa. Su lenguaje no es el del procedimiento individual, sino el de la sanación colectiva.

Sacks no resuelve el dilema. Lo deja abierto, como una tensión no cerrada:Uno habla de corregir lo que hiciste. El otro, de regresar a lo que eres.


Tu Propia Guerra Interior

Esto no es filosofía de biblioteca.Es tu vida.

Hay días en los que el sacerdote interno te aplasta. Esa voz que no perdona, que te pone frente al espejo y te dice sin rodeos: fallaste. Mentiste. Lastimaste. Y el peso de la responsabilidad se clava como perro encadenado que no suelta. Ahí no quieres discursos ni metáforas: quieres limpiar la mancha, reparar el daño, dejar de cargar con esa mugre invisible.

Pero hay otros días donde el que habla es el profeta interno. Esa voz que no te acusa, pero te desnuda: no hiciste nada terrible, pero estás lejos. Vacío. Desconectado. Cumples, produces, sonríes… y por dentro estás exiliado. Extranjero en tu propia casa. Ni siquiera sabes de qué parte de ti te alejaste.

Y entonces lo ves claro: a veces necesitas expiar, a veces necesitas volver. Pero si intentas abrazar ambas voces al mismo tiempo, se estrellan. Una te grita: “paga tu deuda.” La otra susurra: “vuelve a casa.”

Y tú, como Israel en Nitzavim, estás de pie entre ambas. Con el sacerdote y el profeta latiendo dentro de ti.


Rav Kook y la Teshuvá Completa

Cuando parece que hay que elegir entre el sacerdote y el profeta, Rav Kook entra y cambia la jugada. No son dos enemigos. Son dos movimientos que forman una sola respiración.

Él los llama Tehom y Hallal.

Tehom es el abismo. El pasado que te persigue. La gravedad de tus actos, las consecuencias que caen sobre ti aunque intentes huir. Es la parte de la teshuvá que te confronta: reconoce lo que hiciste, redime lo que dañaste, paga lo que debes. Es dura, sí, pero necesaria: sin enfrentar el Tehom, el pasado se convierte en un agujero negro que traga tu presente.

Hallal es lo contrario: el espacio abierto. El hueco de incertidumbre que, lejos de ser vacío muerto, está cargado de posibilidad. Es ese momento en el que ya no eres lo que fuiste, pero tampoco sabes del todo quién vas a ser. Ahí entra la teshuvá creativa: no solo corregir, sino atreverte a habitar ese espacio y elegir distinto. No es castigo, es invitación. No es peso, es apertura.

Rav Kook une las dos voces:

  • El sacerdote igual que Maimonides habla desde el Tehom: “corrige tu historia, redime lo que rompiste”.

  • El profeta igual que Nahmanides habla desde el Hallal: “abre tu presente, atrévete a crear de nuevo”.

Sin Tehom, no hay raíces. Sin Hallal, no hay alas. La teshuvá completa es ambas cosas: hundirte lo suficiente en tu pasado para limpiarlo, y abrirte lo suficiente al presente para reinventarte.



La teshuvá entera

Ya podemos ver el mapa completo.No es que Maimónides y Najmánides se contradigan. Son dos pasos de la misma escalera.

Primero, el sacerdote: reconoce, repara, paga. No puedes empezar un camino nuevo arrastrando deudas sin nombre. El Tehom del pasado te reclama: “asume, confiesa, corrige”.Después, el profeta: sana, vuelve, despierta. Una vez reparado lo externo, necesitas volver a ti, habitar el Hallal, ese espacio incierto pero fértil, donde tu corazón decide quién vas a ser.

Externo → Interno.Boca → Corazón.Reconocimiento → Inspiración.

Esa es la secuencia de la teshuvá. Y ahí entiendes por qué la Torá dice:

“No está en el cielo… Está en tu boca. En tu corazón. Para que lo hagas.”

En tu boca, para soltar la verdad que pesa, para decir lo que ya no puedes seguir escondiendo.En tu corazón, para encender la chispa del regreso, para recordar que todavía puedes amar lo que eres.

Así que ya no hay excusas. No puedes decir que esto es para místicos, para eruditos o para religiosos. Este pacto —esta teshuvá— te incluye a ti.

A ti que te equivocaste.A ti que lo intentas.A ti que estás cansado.A ti que ya no sabes por dónde empezar.

Hoy estás de pie, como Israel en Nitzavim. No frente a un juez frío que espera castigarte, sino frente a un Dios que te susurra:

“Aunque te pierdas… Yo mismo iré por ti.”

La teshuvá real no es un castigo. Es la decisión más valiente y tierna que puedes tomar: dejar de ser quien fuiste, abrazar quien eres ahora y atreverte —con todo y tus heridas— a volver a casa.

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