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Lej Lejá -Digestión del Alma

Actualizado: 27 oct

Por Jack Levy

Hay un vacío que no se llena con respuestas. Un silencio que te grita a las 3 de la mañana, cuando se caen las máscaras y ya no queda nadie que actuar… solo esa voz que viene de adentro.

Te voy a contar una historia.Dos hombres.Un solo vacío.Dos formas de perderse…y el mismo lugar donde el alma pide que pares.


Mi amigo se perdió diciendo que sí a todo. Dinero, fiestas en Ibiza, aviones privados, modelos, Burning Man. Su vida era un "SÍ" a todo lo que el mundo podía ofrecer. Vivía acelerado, sin freno, como si el mundo fuera un buffet infinito y él tuviera que probarlo todo. Siempre más. Siempre ahora. Expansión sin límites. Él era el rey de su propio reino... hasta que el trono empezó a hundirse.


Yo reaccione diferente al caos. Mi respuesta; más reglas. Más restricción. Más control. Mi vida se volvió un "NO" profesional. Un rechazo elegante a cualquier cosa que oliera a sorpresa o desorden. Cada acto era otro ladrillo más en la muralla que llamaba “compromiso espiritual”. Yo juraba que estaba construyendo el cielo... pero resultó ser una carcel, con mezuza.


Dos caminos aparentemente opuestos.¿El destino final?

El mismo vacío existencial.

Él se perdió ahogándose en sus excesos.Yo me perdí asfixiándome en mi perfección.

Él intentaba controlar todo sin que nadie le pusiera reglas.Yo, en cambio, seguía todas las reglas para sentir que tenía el control.

Dos formas de pelear con el mismo miedo. Dos formas de no soltar.

Distintos caminos, mismo vacío.Mismo silencio al final del túnel.

Y no —esto no va de Abraham.

Va de ese momento en que el personaje que inventaste para sobrevivir…ya no te deja respirar.

De esa orden incómoda que no grita,pero duele más que cualquier grito:

Lej Lejá.


"Sal.

De ti.

De la persona que crees que eres."


El Mapa que no Muestra el Destino


Dios le dice a Abram:

“Vete (para ti) de tu tierra, de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostrare” (bereshit -12:1)

Nada más.

Ni coordenadas, ni destino claro, ni promesas de seguridad.

Solo una orden que parece absurda y una dirección abierta: sal.


Hasta entonces, Abram tenía su vida resuelta. Un mundo ordenado, predecible.


Y de pronto, una voz.

No le dio respuestas.

Le soltó una pregunta con disfraz de orden.


¿Y si no era “sal”, sino “suéltate”?

No solo de tu tierra. También de la idea de a dónde ibas.

No se trataba de moverte… sino de dejar de aferrarte al resultado.


No es la acción lo que transforma.

Es soltar la expectativa.

Caminar sin garantías.

Apostar sin saber si ganas algo.


Es el primer acto de individuación —Jung—,

o el salto de fe sin saber dónde caes —Kierkegaard—.

Lo que cambia no es el destino…

eres tú, en el camino.


Dios no le dio una dirección.

No le prometió un lugar.

Le dijo: “Yo te lo voy a mostrar”.


El Alshij lo dejó claro:

“Ve hacia ti.”


No es un viaje en el mapa.

Es un viaje adentro.

No se trata de encontrar una nueva tierra…

sino de reencontrarte con el alma que se te perdió

mientras buscabas respuestas afuera.


EL VIAJE INTERNO DEL LEJ LEJÁ Dos Exilios de la Conciencia


La mayoria de nosotros vivimos atrapados entre dos formas de vivir que parecen contrarias, pero en el fondo son lo mismo. Se ven como enemigos, pero son cómplices. Dos extremos que te desconectan de ti.


Primero, está el camino de la negación: El del rebelde que grita “¡a mí nadie me manda!”.Rompe todas las reglas... y se queda sin juego.Cree que la libertad es hacer lo que quiera, cuando quiera. Pero sin reconocer el tablero, nunca entra realmente a jugar.


Luego, el camino de la sumisión:El del que dice “mande usted”, sin cuestionar.Cumple, obedece, repite.Pero al entregarse por completo, se apaga.Pierde el fuego. Deja de elegir.Ya no vive desde la fe, vive en automático.


Ambos, en su ceguera, se pierden el milagro.

Uno está tan lleno de sí que no deja espacio para Dios.

El otro está tan “lleno de Dios” que ya no deja espacio para sí.

Se creen opuestos, pero son las dos caras de la misma moneda intoxicada: entender lo divino como una imposición externa.


Mi amigo y yo éramos estos arquetipos.

Él, el rey de la negación, se expandió hasta desdibujarse en el exceso.

Yo, el arquitecto de la sumisión, me contraje hasta volverme irreconocible.

El resultado fue idéntico: el mismo vacío. La misma estación de tren desierta.


El Sefer Torá y el Juego de los Contrastes


Con el tiempo, en ese vacío compartido, entendí algo:

el alma es como un Sefer Torá.

Letras negras.

Espacios en blanco.

Y la revelación solo pasa en el contraste. Están los que idolatran las letras negras:

los religiosos del deber.

Memorizan. Repiten. Vigilan.

Se vuelven eunucos espirituales:

cuidan la Torá, la veneran, la enmarcan…

pero no la sienten. No la viven.


Y están los que solo adoran el blanco:

los espirituales de lo amorfo.

Quieren la luz sin estructura, Dios sin forma.

Pero al borrar los límites, borran el texto.

Son poetas sin palabras, escribiendo con aire.

Se quedan sin camino, sin vida, sin nada.


Los dos extremos se pierden lo esencial.


El que sabe lee la página completa.

Sabe que lo infinito necesita un borde para poder verse.

Que Dios se esconde en la forma

para que lo encuentres justo ahí,

en esa tensión sagrada entre lo que tiene nombre y lo que no.


Tu vida es esa página.

Tu oscuridad le da forma a tu luz,

tu luz le da sentido a tu oscuridad.


No hay cielo sin tierra.

Ni espíritu sin cuerpo.

Ni tú sin este viaje que te parte y te rearma.


Actuar en el Mundo de la Bet con Conciencia Alef


“Bereshit” —el Génesis— no empieza con Alef, la letra del Uno.

Empieza con Bet: la casa, la dualidad, el adentro y el afuera.


El mundo no nace de la unidad perfecta, sino del estallido. De la tensión entre polos que se empujan y se buscan. De esa guerra sagrada entre expansión y límite que sostiene todo lo vivo.


Jesed —la derecha— el impulso de abrirte, dar, fluir, abarcarlo todo.

Guevurá —la izquierda— la fuerza de contenerte, de poner borde, de sostener el fuego sin que te consuma.


Ese pulso no es teoría mística. Es la historia misma del alma humana.


Y la Tora lo enmarca en 2 historias importantes

Primero, Babel —la expansión sin límite. La torre que quiso tocar el cielo y terminó colapsando bajo su propio ego.

El hombre queriendo ser Dios, y acabando fragmentado, confundido, multiplicado en lenguas que ya no se entienden entre sí.


Después, Mitzraim, Egipto —la contracción total.

El alma encerrada en el deber.

El orden convertido en esclavitud.

El control reemplazando la fe.

El silencio reemplazando la vida.


Babel fue el exilio de mi amigo. La expansión sin dirección, la embriaguez del "más".

Egipto fue el mío. La restricción sin alma, la obsesión por el control.

Dos extremos. Dos jaulas.

Dos fracasos colectivos que reflejan los nuestros.


Y ahí está el truco:

El religioso quiere controlar porque tiene miedo.

El antirreligioso no se deja controlar... por el mismo miedo.

Uno obedece para no sentir el caos.

El otro se rebela para no sentirse débil.

Pero en el fondo, los dos siguen presos del mismo dios falso:

el miedo a perder el control.


La Alef, la unidad primordial, nunca desapareció.

Solo se escondió dentro de la Bet, sosteniendo todo desde el silencio.

Esperando ser recordada.


Y ahí entra Lej Lejá. No como un mandato divino, sino como un antídoto.

Una llamada a salir del extremo donde estás —ya sea tu Babel o tu Egipto—

y aprender a vivir en el mundo de la Bet con conciencia de Alef.


A actuar en el caos sin perder el orden.

A construir sin volverte esclavo de lo que construyes.

A romper sin quedarte a vivir entre las ruinas.


Porque la expansión sin límite es locura.

La restricción sin alma es muerte.

Y la vida real —la Tierra Prometida—

no está en los extremos,

sino en el pulso sagrado que los une:


Dios respirando dentro de un cuerpo humano que aprendió a contener el cielo y la tierra en un solo latido.


La Digestión del Alma: Cuando la Torá se convierte en Ti


Y cuando por fin empiezas a moverte entre la Alef y la Bet,

te llega el desafío de verdad:

integrar.


El Alter Rebe lo explicó con claridad:

La Torá es como el pan.


Pero el pan no te nutre por estar en la mesa, ni siquiera por entrar en tu boca. Te nutre cuando lo descompones, cuando deja de ser pan y se vuelve tú.


Te nutre el pan que pasó por todo el proceso:

que fue sembrado en la tierra,

cosechado con esfuerzo,

molido, amasado, horneado,

y solo entonces, comido y digerido…

hasta convertirse en parte de ti.


Por eso, cuando decimos la berajá “Hamotzí lejem min haaretz” —“el que hace salir el pan de la tierra”—,

no estamos agradeciendo por un pan mágico que brota listo del suelo.

Estamos reconociendo el milagro del proceso entero:

que algo tan simple como el trigo pueda transformarse en alimento,

si pasa por manos humanas, fuego, tiempo y trabajo.


Lo mismo pasa con la Torá.

No basta con tenerla en la mesa o citarla de memoria.

Tienes que molerla con tus dudas, amasarla con tu experiencia,

hornearla en el fuego de tus contradicciones,

y digerirla con humildad…

hasta que se vuelve parte de tu sangre,

tu instinto, tu naturaleza.


Este es el núcleo de “Lej Lejá”:


Tragar = Sumisión. Aceptas las normas sin procesarlas. La enseñanza se queda en ti como un objeto extraño, indigesto.


Escupir = Rebelión. Rechazas el alimento por su forma. Tu alma se debilita por inanición.


Digerir = Libertad. Descompones la sabiduría con los ácidos de tu experiencia, tu duda y tu razón. La absorbes hasta que deja de ser “la Ley” y se convierte en tu segunda naturaleza.


Si te abrieran, no encontrarías “pan”. Te encontrarían a ti.

La Torá no está “dentro de ti” como en un contenedor.

Eres tú.


Has realizado la Devekut, la unión. Ya no hay un dador y un receptor, sino un abrazo donde los dos se vuelven uno.


Por esto:


Pensar sin sentir es comer sin digerir.


Sentir sin actuar es cocinar y no probar.


Actuar sin conciencia es tragar sin gusto.


La devekut es la digestión perfecta de la experiencia: el pensamiento, la emoción y el cuerpo funcionando en una sola dirección.


Solo entonces deja de ser La Ley… y se convierte en tu vida.


Entonces comprendes que eso era Lej Lejá.


No era un viaje para llegar a otro lugar,

sino para regresar al único lugar que importa:

a ti.


Porque todo héroe necesita perderse para encontrarse.

Mi amigo se perdió en el exilio del exceso,

yo en el exilio del control.

Los dos llegamos al mismo vacío,

a la misma estación desierta

donde el alma suspira:

"Basta".


"Lej Lejá" no fue una orden celestial,

sino una invitación brutal a morir a lo que creías ser.

A salir del cascarón de certezas,

del personaje que inventaste para sobrevivir.


Y sí, salir duele.

Duele dejar las seguridades falsas,

las identidades prestadas,

las cárceles doradas.

Pero es en esa ruptura donde nace el alma auténtica.


Lej Lejá es el primer acto de fe: salir sin saber el final, confiando en que el camino te rehará.


Y cuando por fin lo entiendes,

cuando la verdad deja de ser algo que tienes

y se vuelve algo que eres,

cae la última pared:


Dios no te llamaba desde afuera.

Era tu propio aliento

disfrazado de voz ajena.


No estabas huyendo de casa.

Estabas volviendo.


El viaje no era la búsqueda.

Era el regreso.


Ve.

Hacia donde siempre estuviste:

a ti.




Bibliografía y Referencias


  • Bereshit / Génesis 12:1–9 — “Lej Lejá me’artzejá…”

  • Rashi, comentario a Génesis 12:1.

  • Alshij HaKadosh, Torat Moshe – interpretación: “Ve hacia ti mismo.”

  • Zohar I:78a–b – el viaje del alma y la Alef oculta en la Bet.

  • Tania, cap. 5 – “La Torá como alimento del alma.”

  • Sfat Emet, Drashot Lej Lejá – el movimiento del alma hacia su raíz.

  • Alter Rebe, Likutei Amarim (Tania) – la digestión espiritual.

  • Arizal, Etz Chaim – el equilibrio entre Jesed y Guevurá.

  • Rab Shlomo R. Bernatán, Jasidut Online – “Los dos errores similares y el verdadero Lej Lejá” – enseñanza sobre el equilibrio entre expansión y restricción.

Filosofía y Psicología

  • C. G. Jung, The Archetypes and the Collective Unconscious – individuación.

  • S. Kierkegaard, Fear and Trembling – el salto de fe.

  • V. Frankl, El hombre en busca de sentido – propósito en la incertidumbre.

  • M. Buber, Yo y Tú – la relación como espacio divino.

Autores Contemporáneos

  • Rabbi Jonathan Sacks, Covenant & Conversation – Genesis.

  • Brené Brown, The Gifts of Imperfection.

  • Erich Fromm, Tener o Ser.

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