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Ki tetze - La Guerra Santa

Por Jack Levy

10:37 pm, frente al refri. Mi demonio, nutriólogo certificado por chatgpt, me djio al oido: “Claro que puedes cenar cereal… siempre y cuando lo hagas con conciencia”. Y pum: desapareció el remordimiento y sin darme cuenta ya iba en la tercera ronda de Cocoa Pebbles. Se acababa el cereal y sobraba leche; se acababa la leche y sobraba cereal. Ciclo infinito digno de tesis en autoengaño… que termina en inflamación de primer nivel.


La guerra no empezó con la báscula humillándome esa semana. Empezó mucho antes, cuando cambié honestidad por “me lo merezco, doble hoy mi cuota de pasos” y a la anestesia le dije “paz”. No estalló con el antojo “inocente”.Estalló cada vez que negocié mi palabra por un “ya el lunes empiezo”. El enemigo no irrumpió con espada y escudo. Llegó en Uber Eats, con servilletas, y yo le abrí la puerta como amigo intimo.

Y firmé un tratado de paz en mi nombre.O tal vez… sí me preguntó.Y respondí con la primera mordida.


El Caos del Manual


La perasha abre con una instrucción: cuando vayas a la guerra... y tu esperando dirección, recibes en cambio una ráfaga de órdenes que parecen no tener relación:

  • Leyes de la mujer cautiva (Eshet Yefat Toar).

  • El hijo rebelde (Ben Sorer Umoreh).

  • Leyes sociales: paga justo al trabajador, devuelve lo perdido, cuida al vulnerable.

  • Prohibiciones de mezclas: no lino con lana, no semillas distintas, no ropa de otro sexo.

  • No tomes a la madre con los polluelos.

  • Devuelve el buey extraviado.

  • Pon un barandal en tu azotea.

  • Mata a Amalek.

  • Pide divorcio.

  • Da limosna.

  • No robes.

  • No explotes.

  • No olvides.

  • Recuerda.


Setenta y cuatro mandamientos, uno detrás del otro, como si hubieras puesto shuffle en Spotify y en vez de música saliera la lista de pendientes de Dios. Un catálogo imposible: guerra, deseo, salarios, nidos de aves y mezclas textiles, todos revueltos en una sopa que parece absurda.

¿Qué tiene que ver todo esto? ¿Qué sentido puede tener esta colección de caos?


Es como abrir un manual de guerra esperando tácticas militares… y encontrarte con un checklist que dice: “Devuelve la vaca perdida, pon un barandal en tu azotea, no combines lino con lana y, ah sí, mata a Amalek”. Parece escrito por alguien con TDA y revelación profética al mismo tiempo.

Pero justo ahí está la clave: la respuesta no está en lo que dicen, sino en cuándo lo dicen.


El Campo donde la Batalla ya es un Hecho

Estamos en Devarim. Estos son los últimos latidos del corazón de Moshé. No es un profeta de éxtasis, es un hombre viejo dictando su testamento vital.Sus palabras no son un cántico, son las coordenadas de un naufragio que quiere evitarse.

Y abre con un cuchillo en la garganta:“Cuando salgas a la guerra…”No “si”, sino “cuando”.

Porque la guerra no es una anomalía; es el paisaje default del alma humana en un mundo fracturado. Es el eco exterior de una fractura interna.

Y entonces, lo desconcertante: en vez de tácticas de combate, la Torá escupe un inventario de mandamientos domésticos, íntimos, sociales.El soldado y la cautiva.El hijo desbocado.El salario retenido.El buey extraviado.Las mezclas prohibidas.

El mensaje oculto es brutal y hermoso:La batalla exterior no es más que el eco amplificado de la guerra civil que libras en la cocina de tu alma.

¿La sostienes o la evades?¿Gobiernas lo mínimo —tu casa, tu cuerpo, tu palabra— mientras el mundo arde?¿O prefieres firmar otro tratado de paz con tu demonio?


Las Cuatro Murallas: de la caída a la reconstrucción

Ki Tetze no es un catálogo loco de mandamientos. Es un mapa psicológico y espiritual. Es la anatomía de una caída humana. Es como una ciudad amurallada: primero se quiebra la muralla externa, y cuando no hay contención, el enemigo avanza hasta la ciudadela más íntima: la identidad.

Las murallas son cuatro: Deseo, Poder, Posesión e Identidad.Caen en ese orden. Y se reconstruyen en el orden inverso.


1. Deseo — la muralla externa se quiebra


Todo comienza con un impulso sin freno.

Texto: “Si sales a la guerra y ves entre los cautivos una mujer hermosa…” (Deut. 21:10-14).

La Torá no pinta un mundo idealizado. Reconoce que el deseo existe. Y propone un freno: espera un mes, pausa el impulso, regula la caída. Como dice Rashi: si llegaste ahí, ya caíste; la Torá solo limita el golpe para que no te destruya.

Por eso, junto a esta escena aparecen mitzvot que parecen raras pero que son de la misma familia:

  • El barandal en la azotea (22:8): no esperes a que alguien caiga, pon el límite antes.

  • No tomar a la madre con los polluelos (22:6-7): no sacrifiques la fuente por un placer inmediato.

Interpretación: El deseo no es malo, pero sin límites se convierte en incendio. Aquí se derrumba la primera muralla.

Puente: Y cuando el deseo no se contiene, busca excusa. Pasas de “lo quiero” a “lo tomo porque puedo”. Así se rompe la segunda muralla: la del poder.


2. Poder — la segunda muralla cae: el abuso

El deseo sin freno se convierte en abuso. Primero fue “quiero”, ahora es “puedo”.

Textos:

  • “No oprimas al jornalero… págale en el mismo día” (24:14-15).

  • “No tuerzas el derecho del huérfano ni de la viuda” (24:17).

  • “Si tomas como prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo al ponerse el sol” (24:12-13).

  • “Si un hombre toma a una mujer y no la quiere, dará carta de divorcio” (24:1-4).

El patrón es claro: el que no sabe gobernar su deseo termina usando su ventaja para aplastar al débil. Se aprovecha del vulnerable, manipula al dependiente, tuerce la justicia.

Ejemplos modernos: pagar tarde y llamarlo “flujo de caja”, humillar y llamarlo “liderazgo”, abandonar y llamarlo “se dejó”.

Puente: Cuando normalizas usar el poder para tu beneficio, lo siguiente es manipular lo que posees. Pasas de “puedo tomarlo” a “ya es mío, aunque no lo sea.” Y la muralla de la posesión se viene abajo.


3. Posesión — la corrupción de lo adquirido

El abuso se instala como hábito. Ya no es un acto, es un estado.

Textos:

  • “Devolverás lo que tu hermano perdió” (22:1).

  • “No tendrás en tu bolsa dos pesas diferentes” (25:13-16).

  • “Si ves el asno de tu hermano caído, ayúdalo a levantarlo” (22:4).

Aquí la deshonestidad se vuelve rutina: no devolver lo perdido, falsear medidas, disfrazar un robo como “ajuste mínimo”. Nadie lo nota… hasta que la confianza muere.

Ejemplo moderno: “¿Quién se va a enterar si me quedo con esto?” Es el terreno de lo gris, de la trampa normalizada.

Puente: Y cuando vives en gris, lo que se resquebraja ya no son tus actos, sino tu esencia. Lo último que cae es tu identidad.


4. Identidad — la ciudadela interior es sitiada

Textos:

  • “No uses lana y lino juntos” (22:11).

  • “No se vista la mujer con ropa de hombre, ni el hombre con ropa de mujer” (22:5).

  • “Pondrás tzitzit en las cuatro puntas de tu manto” (22:12).

  • “Recuerda a Amalek… no lo olvides” (25:17-19).

Después de romper las murallas externas, el último peligro es disolverte. Ya no sabes quién eres, ni qué fibra es tuya y cuál prestada.

  • Kilayim (mezclas) ya no es una ley agrícola: es símbolo de no diluir tu esencia.

  • Tzitzit son un recordatorio visible: cada esquina de tu vida debe recordarte quién eres.

  • Amalek es el cinismo que te susurra “da igual”, y enfría tu fuego interior hasta borrarte.

Aquí ya no se trata de actos: se trata de ser o dejar de ser.


El camino de regreso

La caída es progresiva:

  • Deseo sin freno → Abuso de poder → Corrupción de lo poseído → Crisis de identidad.

Pero la Torá no te deja ahí. Te da también el orden de regreso:

  • Recuerda quién eres (Identidad).

  • Sé limpio en lo que posees (Posesión).

  • Usa tu poder con justicia (Poder).

  • Canaliza tu deseo con límites (Deseo).

Es decir: reconstruye desde adentro hacia afuera.


Todo empezó con una escena ridícula: yo, 10:37 pm, frente al refri, negociando con Cocoa Pebbles como si fueran tratados de paz. Hoy entiendo que no era el cereal: era la puerta. Ahí debía estar mis jueces-Shofetim (criterio) y mis guardias-Shoterim (límites). Aquella noche uno se vendio y el otro bajo la guardia. Resultado: guerra perdida antes de empezar.

Misma escena, otro final.Vuelvo al refri. El juez interior me corta en seco: “No es hambre, es impulso.”El guardia me recuerda lo obvio: “Pon el límite aquí.”Respiro, cierro la puerta y me voy a dormir. No fue una gran batalla, pero sí una victoria real.

Porque ya sé cómo se cae y cómo regreso: Deseo → Poder → Posesión → Identidad… y regreso al revés.

  • Identidad: me amarro un “tzitzit” mental: esto sí soy / esto no. Corto el “da igual” de Amalek.

  • Posesión: limpio lo mío: devuelvo lo pendiente, peso justo, no dejo nada en zona “gris”.

  • Poder: si tengo ventaja, la uso con justicia: no todo lo que puedo, debo. pago hoy, no oprimo.

  • Deseo: pongo barandal ante el abismo. Agua y a dormir.

En la puerta del refri se decide todo. Porque ahí empieza la caída… y ahí mismo comienza el regreso.

  • Cuando el deseo se desborda, pon un barandal. No apagues el fuego: encáusalo.

  • Cuando tomes poder, úsalo con justicia: no oprimas.

  • Cuando tengas posesión, límpiala: revisa y devuelve lo que no es tuyo.

  • Y cuando dudes de tu identidad, no te disuelvas: recuerda, no olvides, corta el “da igual” de Amalek.


Y si mañana, a las 10:37 pm, regresa mi antojo disfrazado de —“nutriólogo certificado por ChatGPT”—, no lo recibiré con leche y cereal.

Lo esperaré con un juez despierto, un guardia en la puerta… y un vaso de agua.

El agua, para enfriar la tentación.El juez y el guardia, para recordarme que la paz no es anestesia:la paz es disciplina, la paz es conquista.

Porque ya entendí: la guerra no la elijo. Pero cuando me la encuentro, no negocio con mi enemigo. No firmo treguas falsas.Y nunca firmo rendición.

No voy contra ejércitos de afuera.Voy contra el traidor que llevo adentro.

La guerra de afuera no siempre se gana. La de adentro no puedo perderla.Porque el que pierde esa… lo pierde todo.

Esa es mi guerra santa.

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