Koraj: Entre Intenciones y Acciones
- Jack Levy
- 1 jul 2024
- 10 Min. de lectura
Por Jack Levy
Estamos en la semana de Perashat Koraj, y este es el pretexto perfecto para explorar este tema tan fascinante. Un breve resumen de la Perashat es que nos cuenta la historia de Koraj, un hombre que se revoló contra Moisés y Aarón, argumentando que todos en la comunidad eran igualmente santos y merecían tener un papel de liderazgo. Básicamente, un tipo de comunismo. A primera vista, Koraj parece estar luchando por la igualdad y la justicia, pero sus verdaderas intenciones estaban muy lejos de ser puras. En realidad, él quería poder y reconocimiento para sí mismo, como lo vemos al final de la historia.
Esta historia nos demuestra cómo una acción puede parecer justa en la superficie, pero estar motivada por intenciones egoístas y dañinas. En este episodio veremos autores contemporáneos que también nos han hablado sobre la importancia de entender nuestras motivaciones más profundas, y hoy vamos a combinar estas perspectivas modernas con algunos ejemplos bíblicos para reflexionar sobre cómo nuestras intenciones afectan a nuestras acciones y, en última instancia, nuestras vidas.
Así que vamos en este viaje, paso por paso, explorando cómo la pureza de nuestras intenciones puede determinar la calidad de nuestras acciones y por qué es tan importante ser sinceros con nosotros mismos sobre lo que realmente nos impulsa.

Ahora que tenemos la pelota rodando, vamos a profundizar en cómo algunos autores contemporáneos ven este tema de las intenciones. Y ojo, es importante que revises en ti si algo de esto te checa.
Mario Sabán, en Sod 22, nos habla sobre un concepto muy interesante, materializar lo espiritual. Él plantea que es el proceso por el cual una persona con intereses puramente materiales utiliza el estudio de los aspectos espirituales para obtener esos bienes, desequilibrando así todas sus dimensiones en el aspecto de Kabbalah. De esta manera, la midá, o sea, la virtud, se transforma en klipá, o sea, en transgresión. Ejemplo, imagina a alguien que decide entrar en el mundo de la espiritualidad y el desarrollo personal con el objetivo de volverse millonario. Empieza a dar talleres y escribir libros sobre cómo la meditación y las afirmaciones positivas pueden traer riqueza. ¿Suena familiar? Tal vez. Pero si su verdadera intención no es ayudar a otros, sino llenarse los bolsillos, Saban te dirá que aquí tenemos una clara muestra de cómo la virtud, o sea, la búsqueda de la espiritualidad, se convierte en una transgresión, o sea, el deseo superficial de riqueza.
Por otro lado, Dietrich Boheffer, un teólogo alemán, en su libro Ethics, nos habla de la pureza de las intenciones como el núcleo de la responsabilidad moral. Según él, nuestras acciones deben venir de intenciones puras y altruistas. Pero claro, es fácil decirlo. ¿Alguna vez has hecho un favor y no te han dado las gracias? Te sientes ofendido, ¿verdad? Eso dice mucho sobre tus verdaderas intenciones. Piensa en esa vez que ayudaste a un amigo con algún problema. Dedicaste tiempo, esfuerzo y toda tu inteligencia para ayudarle. Y al final del día, ni siquiera te dio las gracias. Te ofendiste y pensaste, ¿cómo es posible que no me dio las gracias? Boheffer te dirá que si te ofendiste por no recibir ese reconocimiento, entonces realmente tus intenciones no eran tan puras como pensabas. Estabas buscando agradecimiento y validación, no solo ayudando por el simple hecho de dar.
Como vemos, estos autores nos invitan a mirar más allá de la superficie y a reflexionar sobre lo que realmente nos importa. ¿Estamos siendo sinceros con nosotros mismos o estamos escondiendo nuestras verdaderas intenciones detrás de una fachada?
Bueno, sigamos explorando con algunos ejemplos bíblicos. Porque si hay algo en las historias antiguas que pueden enseñarnos, es cómo complicar las cosas. Vamos para allá.
Analicemos brevemente las historias de David y Abishag, David y Shaul, Pnina y Haná y Koraj.

Cada una de estas historias nos muestra cómo las intenciones pueden ser complejas y a menudo contradictorias y cómo pueden influir en nuestras acciones y sus consecuencias.
Vamos con la primera, David y Abishag. En los últimos años del rey David, ya anciano y debilitado, cuenta la historia que no podía mantenerse caliente, incluso cuando estaba cubierto con ropas. Sus sirvientes sugirieron buscar a una joven virgen para que cuidara del rey y lo mantuviera caliente. Encontraron a Abishag la Shulamita, una hermosa joven que cuidó de él, pero no tuvieron relaciones íntimas. Está rara esta historia, ¿verdad? A primera vista parece una solución práctica a un problema físico. Sin embargo, cuando consideramos la vida y los pecados de David, especialmente su historia con Bathsheba, podemos preguntarnos si había algo más profundo detrás de esta decisión. ¿Tal vez David estaba buscando redención o pureza al final de su vida? ¿Era una manera de intentar corregir sus errores pasados, estando otra vez con una mujer bella y tal vez no teniendo relaciones?
Analicemos.
Para entender esto, tenemos que entrar a la siguiente historia, que es la de David y Shaul. En esta historia, David está huyendo del rey Shaul que lo quiere matar y David y sus hombres se esconden en una cueva. Por coincidencia, Shaul entra a descansar en esa misma cueva y David tiene la oportunidad de matar a Shaul, pero en lugar de hacerlo, solamente corta un pedazo de una de sus mantas para demostrar que podía haberle quitado la vida, pero decidió perdonarlo. David muestra este pedazo de manto finalmente a Shaul como prueba de su misericordia. Sin embargo, el versículo dice que después de haberlo cortado, David siente culpa por haber siquiera cortado el manto del escogido de Dios, el que era el rey en ese momento. Este conflicto nos muestra la complejidad de sus intenciones. A pesar de hacer lo correcto al no matar a Shaul, David lucha con sus propias motivaciones y las repercusiones de sus acciones. Finalmente sintió algo que estaba mal. El versículo claramente dice que sintió arrepentimiento. Nos recuerda que nuestras acciones, incluso las más nobles, pueden estar teñidas de intenciones ambiguas.
Analicemos más profundo.

David se arrepintió porque al cortar el pedazo de tela del escogido de Dios, estaba desafiando la decisión de Dios de seleccionar a Shaul como rey. Este acto fue visto como una intervención indebida a la voluntad divina. A diferencia de Korah, quien no dudó en cuestionar esta intervención divina, David reconoció su horror. Como dicen los sabios, el liderazgo está dispuesto por Dios, desde el rey hasta el jefe de los barrenderos. Esto nos recuerda que Dios tiene el control sobre el liderazgo y las posiciones de poder. Finalmente David paga un karma también por ese pedazo de tela que cortó. En el final de sus días, como dijimos al principio, la tela no le alcanzó para calentarse. Es por eso que llama a esta mujer bella. No nada más para redimir el pecado de Pacheba, sino para también redimir el pecado de haber cortado este pedazo de tela a Shaul.
La siguiente historia es de Peniná y Haná. Peniná y Haná eran dos esposas de Elkaná. Peniná tenía hijos, pero Haná no podía concebir y sufría muchísimo por ella. Peniná provocaba constantemente a Haná, haciéndola sentir aún peor por su infertilidad. Hay dos análisis. Según el Talmud, Peniná actuaba con buenas intenciones, con el propósito de incitar a Haná a que reze con más fervor y buscar un acercamiento más profundo con Dios. Sin embargo, sus provocaciones causaban muchísimo dolor a Haná. Por otro lado, tenemos la opinión del Ben Ish Hai, que nos plantea la pregunta de si las intenciones de Peniná eran realmente puras. Él piensa realmente que había un deseo de superioridad y crueldad detrás de las acciones de Peniná. Es por eso que más tarde en la historia, por cada hijo que le nació a Haná, se morían dos de los hijos de Peniná, hasta que Peniná rogó que dejara a Haná de tener hijos. Esta historia nos desafía a considerar cómo nuestras acciones, aunque bien intencionadas o aparentemente bien intencionadas, pueden tener consecuencias dolorosas y cómo debemos ser cuidadosos con nuestras verdaderas motivaciones.
La siguiente y última historia es la de Koraj. Koraj, un levita que tenía un puesto de mando en ese entonces, lideró una rebelión contra Moisés y Aarón, cuestionando su liderazgo y proclamando que toda la comunidad era igualmente santa y que ellos no tenían por qué ser los líderes si todos eran un pueblo santo. ¿Es decir, un tipo de comunismo? Koraj y sus seguidores desafiaron la autoridad de Moisés y Aarón, generando un gran conflicto adentro de la comunidad. A primera vista, los argumentos de Korach parecen razonables y democráticos. Después de todo, después del evento de los espías y varias crisis en el camino del desierto, Dios estaba determinado a acabar con esa generación entera antes de que puedan heredar la tierra prometida. Recordemos que Koraj pertenecía a la tribu de Levi y ya tenía una posición de privilegio. Sin embargo, no estaba contento con su rol y deseaba más poder. Esto indica que su motivación no era simplemente la igualdad, sino el deseo de ascender en la jerarquía.
Por otro lado, la Torah deja muy claro que el liderazgo de Moisés y Aarón fue designado por Dios. Al desafiar su liderazgo, Koraj estaba desafiando la voluntad divina. Esto es crucial porque muestra que Koraj no respetaba las decisiones divinas y buscaba imponer su propia agenda. Korach utilizó argumentos de igualdad y santidad para ganar apoyo entre el pueblo. Sin embargo, sus acciones mostraron que su verdadera intención era sembrar discordia y así obtener poder. Usar una causa noble como fachada para motivaciones egoístas es una señal clara de intenciones impuras.
La respuesta de Dios a la rebelión de Koraj fue contundente y trágica. La tierra se abrió y se tragó a Koraj y sus seguidores. Este castigo no solo muestra la desaprobación divina, sino que también revela que las intenciones de Koraj eran tan corruptas que merecían una intervención directa y severa de Dios. Ahora entendemos por qué en la historia de David, David se arrepintió por cortar el pedazo de tela del escogido por Dios. Al hacerlo, estaba desafiando, intentando controlar o interviniendo en la decisión de Dios de seleccionar a Shaúl como rey. A diferencia de Koraj, que no dudó en poner en tela de juicio esa intervención, David reconoció su error y se arrepintió. Es sabido lo que dicen los sabios sobre el liderazgo, que este está dispuesto por Dios, hasta del jefe de los barrenderos.

Conectando los puntos, vemos finalmente también la oración de Haná, que dice que Dios levanta del polvo al despojado, de los desperdicios suba al destituido para sentarlo con los generosos, o sea, con los reyes, con los ministros, con la gente, con un puesto de honor, ya que Hashem le pertenece en los pilares de la tierra y colocó sobre ellos el mundo. Continúa y dice, los pasos de sus piadosos cuidará y los malvados en la oscuridad permanecerán inmóviles, pues no por la fuerza domina el hombre. Vemos en la Torá cómo estas historias nos ofrecen lecciones profundas sobre la importancia de valorar sinceramente nuestras intenciones. Nos muestra que nuestras acciones pueden tener repercusiones importantes y que es crucial ser honestos con nosotros mismos sobre lo que realmente nos impulsa.
Ahora que hemos recorrido las historias bíblicas y hemos visto cómo las intenciones juegan un papel crucial, pasemos a algunos ejemplos del mundo real y conexiones con el Yohar. Porque claro, no solo los personajes bíblicos tienen que lidiar con sus intenciones, nosotros también tenemos nuestros propios problemas.
El Zohar Hadash en Bereshit habla sobre cinco tipos de Erev Rav que aparecen en cada generación. Erev Rav es un término en el judaísmo que se refiere a un grupo que incluía a los no judíos como egipcios y otros que se unieron a las tribus de Israel en el éxodo. Moshe en ese entonces los habría aceptado como parte integral del pueblo y sabemos de los sabios que la influencia de ellos estuvo involucrada en la adoración del becerro de oro y otros incidentes en los que el pueblo cuestionó a Moisés y sus leyes. Según Isaac Luria, en cada generación las almas de los Erev Rav se reencarnan en numerosos judíos. El Zohar, el texto fundamental del pensamiento cabalístico, dice que los Erev Rav no solo existen en cada generación, sino que son la causa de la mayoría de los problemas que afectan al pueblo judío, por lo que son considerados como enemigos peligrosos y enumera cinco tipos. Los primeros que enumera son los alamalekitas. Estos son líderes que se hacen por la fuerza y son azotes para Israel. Los segundos son los nefilim, los caídos, que caen en relaciones prohibidas con mujeres hermosas. El tercero son los giborim, los poderosos. Habla de estos hombres que construyen sinagogas y yeshivot y colocan rollos de dorá impresionantes y preciosos, pero no lo hacen con una causa pura, sino solo por hacerse de un hombre. El cuarto son los refahim, los débiles, que son aquellos que si ven a Israel en problemas los abandonan, aunque estén en condiciones de ayudar. Finalmente los anaquim, los gigantes, que tienden a traer al mundo de regreso al estado de caos total y son aquellos que causaron la destrucción del templo.

Rabí Nachman dice que todas estas fuerzas son fuerzas potenciales que tenemos dentro de nosotros mismos, que debemos reconocer y erradicar. Todos tenemos rasgos de carácter de reprobo, porque ninguno de nosotros es perfecto, y al menos ocasionalmente todos seremos culpables de comportarnos de una manera típica de uno de estos arquetipos. Para el propósito de lo que quiero explicar, enfoquémonos en los giborim. Estas personas, aparentemente buenas, donan templos enteros para engrandecer el nombre. La pregunta es, ¿el de Dios o el de ellos mismos? Muchas veces un mismo acto puede estar disfrazado de intenciones puras o impuras. Y aunque la acción en sí misma es buena y beneficia a toda la comunidad, las intenciones detrás de la acción son lo que realmente importa. Si la verdadera motivación es el reconocimiento personal, entonces la acción, aunque positiva en apariencia, finalmente está manchada por intenciones egoístas.
Las lecciones de la Torah y el Zohar nos enseñan que nuestras intenciones importan tanto, si no más, que nuestras acciones. Podemos realizar actos aparentemente nobles, pero si nuestras motivaciones están contaminadas por el egoísmo y el deseo de reconocimiento, estos actos pierden su valor auténtico. La clave está en la pureza de nuestras intenciones y en ser sinceros con nosotros mismos sobre lo que realmente nos impulsa.
Con esto en mente, volvamos a nuestras vidas cotidianas y tratemos de no ser como Koraj, buscando poder y reconocimiento a cualquier costo. En su lugar, purifiquemos nuestras intenciones y seamos auténticos, como sugiere la Tefilá en muchos textos: Purifica nuestros corazones para servirte con verdad. Porque al final del día, como dijo Hannah, no por la fuerza se impone el hombre.
留言