Dejar de Hacer para Ser: Lecciónes de Vayakhel
- Jack Levy
- 7 mar 2024
- 2 Min. de lectura
Por Jack Levy M.
En este mundo fundado por el tiempo y el espacio, existe un momento divinamente orquestado para trascender el hacer constante y abrazar el ser: Shabat. Esta sagrada pausa, instituida por el Creador, se revela en la Parashá de Vayakhel como un testimonio del equilibrio perfecto entre lo espiritual y lo material, entre el cuerpo y el alma.
Sabemos que la creación culminó con Shabat, un día en el que, por diseño divino, se prohíben las labores creativas, las Melajot, no como restricción, sino como liberación. Es en este no hacer donde encontramos la esencia del ser, una invitación a vivir en armonía con nosotros mismos y con Dios.
En Shabat, el placer y lo espiritual se entrelazan: comer, rezar, descansar, todo se convierte en un acto de santificación, demostrando que la verdadera espiritualidad abraza plenamente la condición humana.

Mi viaje personal hacia esta comprensión alcanzó un punto crítico cuando se me presentó una oportunidad única: participar en La Voz México. Entre casi 300,000 aspirantes, fui seleccionado para competir, un sueño hecho realidad para cualquier músico. Sin embargo, el precio a pagar era mi Shabat, mi esencia. En ese momento de decisión, recordé que Shabat es más que un día de descanso; es un testimonio de nuestras prioridades más profundas, un recordatorio de que somos seres creados con un propósito divino.
Elegí el Shabat, elegí ser. Esta elección, lejos de ser un final, se convirtió en la verdadera expresión de mi identidad y mis valores. Rechazar la fama y la oportunidad profesional en nombre del Shabat fue un acto de afirmación personal y fe, un legado de valor incalculable para las generaciones futuras. Mientras que el ganador de aquel concurso puede tener trofeos y reconocimientos, yo poseo algo que va más allá de lo material: la certeza de haber vivido de acuerdo con mis convicciones más profundas.
Escuche alguna ves una frase atribuida a Albert Einstein, que decía:
La única desventaja de haber nacido Judío es no haber podido elegir ser Judío.
Yo pienso diferente yo creo que es una elección que se hace diariamente, y tenemos constantemente la posibilidad de elegirLo una y otra ves. (Ver Rabbi Janania y El libre albedrio).

La esencia de Shabat revela una profunda verdad: la santidad no se encuentra en la abstracción, sino en la realidad tangible de nuestras vidas. En el Shabat, cuerpo y alma se unen en una danza divina, donde el tiempo se detiene para recordarnos que, al final, nuestra esencia trasciende al hacer.
La Parashá de Vayakhel profundiza en el Shabat como una creación divina que marca una pausa en el tiempo y el espacio, instaurando un momento para 'dejar de hacer para Ser'. En la armonía de este diseño divino, encontramos un paralelismo increible: el Mishkan, construido por manos mortales, se construyo como un santuario para invitar la presencia de lo Infinito, una manifestación tangible de nuestra búsqueda por conectar con Dios. Por otro lado, el Shabat se nos presenta como el tiempo sagrado, un regalo divino, destinado a nuestra reunión con lo Eterno. Es en este encuentro donde espacio y tiempo se funden, reflejando la intención más profunda de Dios: que habitemos en un mundo donde lo sagrado y lo material, lo finito y lo infinito se entrelazan en una danza divina.
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