Sobre una superficie que parece haber sido atravesada por el tiempo, el fuego o el llanto, se inscriben las palabras de un antiguo llamado: “Vuélvanse a Mí, y Yo me volveré a ustedes” (Malaquías 3:7). Cada mancha, cada agujero, representa una herida existencial, una grieta por donde la luz se cuela. Esta obra nos recuerda que el camino de regreso no comienza en la perfección, sino en el vacío. Y que Dios no habita en los templos acabados, sino en los corazones rotos que se atreven a volverse.
Teshuva
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Pieza Única